Seguimos con nuestros programas dobles y en esta ocasión vamos a hablar de la peli de moda y de una que pasó a la historia como la más oscura historia sobre la paranoia. Comenzamos con la viejita:
E.U.,
1962.
Dirección:
John Frankenheimer.
Guion:
George Axelrod, basado en la novela homónima de Richard Condon.
Fotografía:
Lionel Lindon.
Intérpretes:
Frank Sinatra, Laurence Harvey, Janet Leigh, Angela Lansbury, entre otros.
Duración:
126 minutos.
Uno de los mejores artesanos del
cine norteamericano fue John Frankenheimer. Él es el padre de las persecuciones
de autos y las escenas de acción eternas y vertiginosas, de la sobriedad en
temas que sobrepasan lo lógico y su influencia ha sido tal que, a la fecha,
incluso sin saberlo ellos, muchos o casi todos los cineastas siguen su estilo.
John fue innovador. Con una carrera incubada en la televisión, logró llegar al
cine como uno de los directores más renovadores del séptimo arte, incluso, hay
momentos en que está más que inspirado, y para muestra, la persecución en parís
en Ronnin (Idem,1998):
Directores
como Sam Mendes, Paul Greengrass, Michael Mann, Christopher Nolan, e incluso
veteranos como Martin Scorsese y William Friedkin, han sido contaminados con lo
mejor del autor: Ritmo frenético, pericia para montar escenas de suspenso,
sobriedad técnica y sobre todo, la capacidad de volver un espectáculo anodino
en un sobrio análisis social, político o psicológico. Y todo eso está en la
mayoría de sus obras. Las más conocidas fueron la ya mencionada Ronnin, Siete días de mayo (Seven
Days in May, 1964), Contacto en
Francia II (French Connection II,
1975), Domingo Negro (Black Sunday,
1977), El año rojo (Year of the Gun, 1991) y sobre todo, El emperador del miedo.
La
historia puede resumirse fácilmente: Después de desaparecer en la guerra de
Corea, el hijo de una prominente mujer, perteneciente a una importante familia de
políticos republicanos, regresa con un serio lavado de cerebro por parte de los
comunistas, con la misión de matar a todos los enemigos políticos de su
padrastro, en el camino a la presidencia de la república. La intriga la
investiga un conocido de él, que es un militar de inteligencia y que lo tuvo a
sus órdenes durante la guerra.
Lleno
de sordideces que hacen palidecer al mismísimo Francis Underwood, la cinta es
un duro análisis a la paranoia que se vivía durante la guerra fría, a los
entre telones de la política y a la sed de poder de los que viven de esta. En
ella hay una escena de acción que ya quisiera tener cualquier cinta de Michael
Bay y de paso, duras lecciones políticas. Cuando parece que el filme apoya a la
causa contra el comunismo, Frankenheimer se las ingenia para hacernos ver que
el peor enemigo está en casa. Además, utiliza cualquier pretexto para ironizar
sobre la política de su país, llena de ignorancia, corrupción y abusos de
poder, como si perteneciera a cualquier pedacito de México.
Quizá
esto motivó que durante mucho tiempo no se exhibiera en E.U. En una escena, una
bandeja llena de caviar en forma de la bandera norteamericana es comida por el
padrastro del militar que aspira a la presidencia mientras dice: “Este es el
trozo más sabroso de mi país”, personaje que, por cierto, físicamente y en
comportamiento, es muy parecido a Richard Nixon, y ama disfrazarse de Abraham
Lincoln. De ese tipo son las cosas que cuenta la cinta.
Una
cinta de culto que se ha vuelto imprescindible para los que gustan del thriller de acción y político. Por
cierto, en 2004, el director Jonathan Demme (El silencio de los inocentes/SIlence
Of The Lambs, 1991) realizó un efectivo remake.
Ahora, aprovechen para ir al baño, porque ya va a empezar la siguiente función.
E.U.,
2016.
Dirección:
Anthony y Joe Russo.
Guion:
Christopher Markus y Stephen McFeely, basados en personajes de Marvel Comics.
Fotografía:
Trent Opaloch.
Intérpretes:
Chris Evans, Robert Downey Jr., Scarlett Johansson, Sebastian Stan, entre
otros.
Duración:
148 minutos.
El cine basado en personajes de
cómics se ha vuelto una moda. Y más si se trata de superhéroes. Se ha vuelto
una especie de subgénero, como lo fue el cine de luchadores. Al final de día,
las cintas que usan encapotados en realidad son cintas de género como cualquier
otra, así que puede resultar fútil el hacer una reseña hablando de “el cine de
superhéroes”.
El
Capitán América por lo general ha tenido un muy decente paso por las viñetas y
en el cine, incluso la cinta de 1990 (de Albert Pyun) es bastante pasable. La
primera cinta del canon oficial de Marvel Studios, Capitán América, el primer vengador (Captain America: The First Avenger, 2011) se sale de lo hecho hasta
ese momento. Dirigida por Joe Johnston (Jumanji,
1995) es una especie de homenaje al personaje y a la época de oro de los
cómics. Es un divertimento bastante decente que remite estilísticamente a otra
cinta, también basada en personajes de historieta, del mismo director: Rocketeer (The Rocketeer, 1991), incluso, en algunos momentos parece que de
pronto los dos enmascarados (o más bien, encasquetados) se pueden topar.
El
éxito obtenido generó una inteligente y oscura segunda parte, Capitán América y el Soldado del Invierno
(Captain America: The Winter Soldier, 2014), dirigida por los casi debutantes Anthony y Joe Russo. Basada
en la novela gráfica del genial Ed Brubaker y el ilustrador Steve Epting, esta
es la primera película de la productora que toma como base una historia
aparecida en los cómics, y no únicamente los personajes. El resultado fue una
reinvención del personaje, enfrentándolo a un mundo desconocido y hostil, y a
la dolorosa realidad de saber que todos los que alguna vez amó han desaparecido
o están por hacerlo, además de tener que resolver una intriga política propia
de la época de la guerra fría, sólo que ahora los villanos no son comunistas
sino simples neo-nazis. La cinta generó una euforia tal, que incluso la gente
que no gusta del subgénero de mamados enfundados la encontró aceptable, al ser
más un thriller político que una simple cinta de superhéroes. Incluso, Marvel
se dedicó a gritar a los cuatro vientos que se merecía una nominación al Oscar.
Era de esperarse una tercera cinta para cerrar el arco.
Y nacida para
competir con Batman Vs Superman: El origen de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, Zack Snyder, 2016), de la cual ya hablé por aquí, llega la tercera y más esperada cinta del Capi. En ella, después de una
fallida misión, las Naciones Unidas deciden generar una acta de registro de
gente con habilidades especiales (no es el Teletón, que conste) para evitar que
ocurran más sucesos parecidos, lo que, según el Capi, es una violación a las
garantías individuales y además, traicionaría los ideales de los Avengers. Por
otro lado, Tony Stark/Iron-Man está de acuerdo, porque es chantajeado por una señora
que dice que su hijo fue daño colateral en una de sus incursiones, así que esto
va a empezar la división de bandos que se vendió en todas partes. Hasta aquí se
puede contar todo sin caer en los hoy tan odiados Spoilers. Y eso,
principalmente, porque es lo único que hay en la cinta del Trade Paper Back
(tomo recopilatorio) en el que teóricamente se basa. En esta historia, que por
cierto, tiene uno de los mejores inicios de la historia, el desarrollo más
mediocre que existe, y el final más forzado y baboso que pudieron escribir, los
motivos eran los más arbitrarios y ridículos que se pudieran encontrar. La
cinta borra de golpe todas esas incoherencias y la convierte en una especie de
tercera parte de Avengers: Los vengadores (Marvel's The Avengers,
Joss Whedon, 2012) o precisamente, en una puesta al día de El embajador del
miedo. Los hermanos Russo son, sin duda, resultado de los experimentos de
Frankenheimer, se ve que ellos y los guionistas, Christopher Markus y Stephen
McFeely, han visto y revisado hasta el cansancio Ronnin, El año rojo,
Siete días de mayo y El embajador…, porque se siente esa intriga
política y la acción desbordada de todas estas cintas (incluso, en una escena, Tony Stark se refiere a Buky como “Manchurian candidate”). Ya desde la anterior se
veía que los directores estaban embutidos de cine de espías setentero y ochentero,
desde Los tres días del condor (Three Days of the Condor, Sydney
Pollack, 1975) hasta El día del chacal (The Day of the Jackal, Fred
Zinnemann, 1973). En este caso, las influencias van más allá y se vuelve un
interesante ejercicio cinematográfico.
Los Russo son unos
tipos inteligentes. Ya en Tres son multitud (You, Me and Dupree,
2004) se veía la mano de unos artesanos fuera de lo común, al mezclar la
comedia más guarra con ciertos apuntes sociales, pero no se veía por ningún
lado la maestría que llegan a demostrar en algunas escenas de la cinta del Cap.
Muestra de su inteligencia es el hecho de que a pesar de la inclusión de
prácticamente todos los personajes que tiene el llamado Marvel CInematic
Universe, esto no se siente forzado del todo, y cada uno de ellos tiene una función y su
propio lugar en la cinta, es decir, les da sus cinco minutos de celebridad sin
perder el objetivo. Quizá los únicos que pueden sentirse un poco fuera del caso
son Spiderman, Hawkeye y Ant-man, pero de pronto hay tantos en la escena, que
uno más no llega a estorbar. Bien pudieron salir hasta las tortugas ninja y ni
quién lo notara.
Una cosa muy
importante es que el filme sirve de especie de lanzamiento del hombre araña,
por lo mismo, es necesario comentar que aún está muy lejos de, como afirman
muchos pseudocríticos que publican en algunos medios y muchos fans de las
cintas, ser la mejor representación del personaje en el cine, ya que falta que
se pruebe en solitario para saber si esto es verdad. Por lo pronto, Marisa Tomei,
como la tía May se siente desperdiciada, se vuelve sólo el chiste de que está
todavía muy buena por parte de Robert Downey.
La lección que
daba John Frankenheimer en sus cintas es que aunque fuera difícil, el cine de
autor y el comercial pueden convivir. Y Civil War… es muestra de ello.
Ahora
bien, nuevamente el sitio Rotten Tomatoes vuelve a demostrar lo pueril que es,
que sólo sirve para mostrar tendencias y no realidades. Le dan un 94% de
frescura, lo cual significa que es más buena que, por ejemplo, Persona (1966) de Ingmar Bergman, a la que le dan un 88%. Pero en realidad refiere a
la falta de cultura que se vive en la crítica a nivel mundial. Cuando uno lee o escucha las idioteces
que se dicen sobre una película que si bien es sobresaliente en el subgénero en
el que se incluye, no deja de asombrar, palabras más o menos, estrellas más o
menos, lo lejos que han quedado los que dejaban sus hormonas y sentimientos
afuera de la sala para escribir imparcialmente. Si bien siempre han existido
los “payoleros” y “chayoteros”, lo cierto es que parece que estos ganaron la
batalla. Por otro lado, existen los que denostan la cinta por todo lo
contrario, porque significa lo que no debe ser el cine según ellos, es decir,
un blockbooster, un éxito de taquilla, una película comercial. Para cerrar el texto, déjenme decirles que en Capitán América: Civil War, la guerra civil no está por ningún lado, aunque es una muy aceptable y buena película, que sufre de repente de tener una trama endeble que gracias al talento de los Russo, no se cae. Lo negativo, siendo honestos, como me dijo mi hermano Jorge, es que a estas alturas las cintas de Marvel Studios se están volviendo como episodios de una serie de TV que se está exhibiendo en una pantalla gigante. Si no has visto alguna de las cintas previas del estudio, no puedes entender y disfrutar del todo el espectáculo. Mucho se ha criticado a Zack Snyder porque en su cinta sobre Batman y Superman utilizó demasiadas referencias que sólo podrían ser entendidas por quien está obsesionado con las historietas de base. Marvel Studios está realizando lo mismo, pero en lugar de impresos, está utilizando cinta de celuloide.