lunes, 18 de julio de 2016

Las grandes cagadas de los mejores directores II





Después de la lista anterior (que puedes consultar aquí) hubieron muchas quejas porque no incluí en esa lista la siguiente, que es una de las peores (si no es que es la peor) según muchos:



Tim Burton: El planeta de los simios (Planet Of The Apes, 2001)

Recuerdo que en una ocasión, mi buen amigo y cómplice cinematográfico, Alejandro Rosas, me decía que la última película buena de Tim Burton fue El caldero mágico (The Black Cauldron, Ted Berman y Richard Rich, 1981). Le comenté que no era de él y me contestó: “Por eso.” Burton es un tipo polémico, es un gran director de actores y un espléndido creador visual, pero por desgracia, se ha vuelto un tanto o un mucho repetitivo. Curiosamente, el origen de esto se llama El planeta de los simios. Si se observa con detenimiento, no es una mala película, es una pésima película. Es fea, cancina, no hay un personaje mínimamente agradable o con el que se pueda crear el mínimo de simpatía, y el guión parece que lo escribió Manolo Caro en una borrachera y en papel del baño. Es la menos “burtoniana” que existe en su filmografía. Por lo mismo, estoy seguro que después de este fiasco, decidió mejor no volver a experimentar y no volver a dejar de trabajar cerca de su chile, perdón, amigo Johny Depp.





David Fincher: La habitación del pánico (Panic Room, 2002)

No es la primera vez que el director la caga, estaba a punto de poner El juego (The Game, 1997), pero debido a que esta fue un fracaso en taquilla, le di preferencia. Jodie Foster y Forest Whitaker no logran hacer ni medianamente atractiva esta cinta que es una alegoría glorificadora de la paranoia americana. Es más mala que una ex prostituta convertida en monja.





Robert Altman: Popeye (Ídem¸ 1980)

En sí, es una injusticia decir que es una mala película. En realidad, es bastante divertida y visualmente es muy excéntrica. La amo, aunque debo reconocer que fue un fracaso. Sólo a un genio como Altman se le pudo ocurrir hacer una cinta tan introspectiva sobre un personaje de comic strip, tan famoso (quizá la fama de este personaje se debió a lo feo de su diseño). El público se dividió entre los que la idolatran y los que la odian. En fin, hasta la niña más guapa, de vez en cuando se echa su caca.





Andréi Konchalovski: Tango & Cash (Íbid, 1989)

Si no conocen a Andréi Konchalovski, de verdad, no saben nada de cine. El señor es nada más y nada menos que uno de los tres grandes del cine soviético de la antigua URSS, junto a su hermano, Nikita Mijalkov (Pieza inacabada para piano mecánico/Neokonchennaya pyesa dlya mekhanicheskogo pianino, 1977) y Andréi Tarkovski (Nostalgia/Nostalguíya, 1983). Los tres huyeron al extranjero, donde hicieron carrera en diferentes países; por ejemplo, Tarkovski fue a dar a Italia, Francia y Suecia, mientras que Nikita se fue a Italia. Andréi terminó en Hollywood, donde filmó grandes cintas, como Los amantes de María (Maria's Lovers, 1984) o la épica El tren del escape (Runaway Train, 1985), en colaboración con Akira Kurosawa. Nadie se explica qué le pasó al filmar Tango & Cash. Es de esos placeres culposos, es cierto, pero ver a Konchalovski haciendo una cinta con Sylvester Stallone, es como ver… Pues eso mismo. Como si Dios en realidad hubiera metido la mano para el gol de Maradona. Hay una versión que afirma que realmente, el director abandonó el proyecto antes de terminarlo y que por eso quedó como quedó. Pues vaya, que ni las juveniles nalguitas de Teri Hatcher, la salvan de la injuria.





Ridley Scott: Hannibal (Íbid, 2001)

Scott es medio cagoncito, yo creo que tiene un síndrome de colon irritable medio fuerte. De las diarreas más profundas pasa al estreñimiento más brutal que existe. Hannibal es una muestra de lo que hace un colon taponeado. La novela escrita por Thomas Harris, resultaba una segunda parte perfecta para El silencio de los inocentes (Silence Of The Lambs, Jonathan Demme, 1991), que fue tan exitosa que se llevó un montón de óscares, además de que sirvió de base para una franquicia de cintas y una exitosa serie de tv. Por desgracia, ninguno de los subproductos han estado a la altura de la primera, pero Hannibal es la peor de todas. Lenta, pretenciosa, tiesa, aburrida, torpe, sobre actuada, fea, en fin, que se le pueden poner los peores adjetivos y aún así, uno se queda corto. De nada le sirvió la dirección de Scott, ni el guión de David Mamet, y terminó siendo una de las cosas más feas de la historia. Es como ver a Elba Esther Gordillo en negligé.





Woody Allen: Un hombre irracional (Irrational Man, 2015)

Si tengo un héroe personal, ese es Woody Allen. Cuando supe que iba a tener qué usar anteojos permanentemente, en lugar de sentirme mal, me puse feliz de parecerme en algo a él. Es cierto que es pretencioso, mamón, clasista, etc. Pero tiene suerte con las mujeres, es genial, inteligente, irónico y sobre todo, es Woody Allen. Para elegir qué cinta de él iba a poner en la lista, le tuve que pensar mucho porque en su última etapa ha tenido más tropezones que aciertos. Un hombre irracional tiene la mala fortuna de ser la cinta de Allen que Allen odiaría si fuera yo. Es lenta, Joaquin Phoenix no logra atraer en lo más mínimo y nunca tiene química con Emma Stonne, quien, dicho sea de paso, no parece estudiante exitosa. Para peor, la banda sonora (o la canción recurrente) es quizá la más fea de sus cintas. Dicen que es de humor negro, pero yo creo que en realidad es humor marrón.





Francis Ford Coppola: Jack (Íbid, 1996)

Nadie sabe por qué el papá de la medio interesante Sofia Coppola se aventó no sólo a dirigir, sino a producir este bodrio sobre un niño con una extraña enfermedad que lo va transformando en adulto. Es tan mala que hasta Chabelo le pidió a Dios que le sacara los ojos.





John Huston: Annie (Íbid, 1982)

Otro de los dioses del cine, que cayeron en la taza del baño en los años ochenta. En el caso de Huston realizó uno de los musicales más feos de la historia, sólo superado por Qué le pediste a Dios (Teresa Suárez, 2012). Pues sí. Es más feo y naco que un fin de semana en Las estacas.





William Friedkin: La tutora (The Guardian, 1990)

Si hablamos de Friedkin, en realidad no es ningún auteur, como muchos quisieran creer. En realidad es un artesano de los más eficaces que ha tenido Hollywood. Con todo, el también director de El exorcista (The Exorcist, 1973), Vivir y morir en los ángeles (To Live and Die in L.A., 1985), Contacto en Francia (The French Connection, 1971) y Los chicos de la banda (The Boys in the Band, 1970), también se aventó sus tacos de a 5 x $15.00 baros. Entre todas sus malas decisiones, la peor fue La tutora, que hablaba de una niñera malvada y que además era una especie de wica, resultó no sólo tendenciosa sino espantosa. Los efectos especiales son chafísismas y la protagonista es de las más grises que se han visto en muchos años.





Steven Spielberg: Hook, el regreso del capitán Garfio (Hook, 1991)

Si juntas a Dustin Hoffman, Julia Roberts, Robin Williams y Steven Spielberg, ¿qué puede salir mal? La respuesta es Hook. Decir que es terrible, en este caso, es un halago. Es quizá la peor cinta de Spielberg, es ñoña, infantiloide, babosa, fea, sobreactuada… Una vez vi una ilustración en la revista Mad, realizada por Sergio Aragonés, en donde coloca al Capitán Garfio muerto en un retrete, con los pantalones abajo y sangre en el garfio. Algo así, pero con Steven Spielberg en lugar del Capitán.





Guillermo del Toro: Hellboy 2: El ejército dorado (Helboy 2: The Golden Army, 2008)

Los del Toroliebers me van a matar por lo que voy a decir: El gordo, como buen gordo que es, si la caga, la caga a lo bestia. El director tiene una de las carreras más pedorras que existen, dejando inconclusos o sin siquiera arrancar muchos proyectos. Por sus manos han pasado desde Aliens, El señor de los anillos, Halo, y cuantas franquicias gusten y manden; las anunció y no las filmó; así como muchos proyectos que no empezó por equis o ye. Hellboy 3, por ejemplo, nunca la realizó. Y qué bueno. Si resulta como El ejército dorado, mejor que no la haga. Muchos la aman porque es palomera, Ron Perlman está excelente y la fotografía es muy bonita. Pero los efectos, más parecen defectos especiales. Es muy corta de duración y se siente inacabada. Pues sí, el gordo se aventó un buen pozolazo antes de filmarla.





Joel y Ethan Coen: El amor cuesta caro (Intolerable Cruelty, 2003)

El amor cuesta caro, ha cargado a cuestas el ser la peor película de los hermanos Coen, quienes nada más y nada menos que portan la medalla al mérito de ocupar un lugar en el top 5 de directores americanos. El problema con la película es que es demasiado guarra para ser cine de arte y muy poco convencional para ser cine comercial. Aún así, tiene escenas de antología, es divertida y tiene un guión bien escrito. ¿Por qué está en esta lista? Pues porque podría ser la obra maestra de Manolo Caro, nada más. Es una cinta que firmada por un director sin pretensiones, más que económicas, sería su mejor cinta, pero en manos de los Coen, pues nomás no.





Wong Kar-wai: Noches púrpuras  (My blueberry nights, 2007)

Si algo no entiende Hollywood es que no todos los directores que tienen éxito en sus países, pueden trasladarse exitosamente a sus intereses. Y generalmente, salvo los ingleses, no todos los que manejan lenguas diferentes, lo logran, mucho menos frecuentemente los asiáticos. Prueba de ello fue Wong Kar-wai. Famoso por sus cintas, principalmente la excelente Deseando amar (In the Mood for Love, 2000). La cinta no es mala, es hermosa visualmente, y el director es fiel a su universo personal, pero es como cuando comes tacos en el Sanbors: Por muy buenos que estén, no son como los tacos del "Papi".





                Como mención especial, les comento que en alguna ocasión el mismísimo Orson Welles dirigió una escena de un filme porno, llamado 3 a.m. (1975). Me quedaron muchas cintas en el tintero, pero no había manera de seguir; tres entregas de lo mismo nada más no funciona. Por ahí quedaron Psicosis de Van Sant, Oldboy, de Spike Lee, entre muchas otras. Pero en resumen, aunque resulten bajas de nivel en comparación de otras obras de los autores, hasta en sus trabajos fallidos se alcanzan a ver lo grandes que llegan a ser. Como decía mi amigo Mario, muchos directores ya quisieran comer de lo que cagan estos.


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martes, 12 de julio de 2016

Julieta o cuando Almodóvar se volvió almodovariano.



Julieta

España, 2016.

Dirección: Pedro Almodóvar.

Guión: Pedro Almodóvar.

Fotografía: Jean-Claude Larrieu.

Intérpretes: Emma Suárez, Adriana Ugarte, Rossy de Palma, entre otros.

Duración: 96 minutos.




Cuando llegó al cine Pedro Almodóvar, nadie se imaginaba que el manchego se volvería en un parteaguas en la cinematografía española. Se puede afirmar que existe un aA y un dA (antes de Almodóvar y después de Almodóvar). Aunque lo que realizaba no era nuevo, ni en España ni en el mundo (chequen, por ejemplo, lo que venían haciendo desde los años 70 Juan José Bigas Luna y el mexicano Jaime Humberto Hermosillo, por ejemplo), su frescura y desenfado lo hicieron una referencia obligada al hablar de la mal llamada “madre patria”. Julieta es su película número veinte y quizá la más almodovariana de su carrera.

                Existen directores que se vuelven más un estilo que autores. Jean Luc Godard, por ejemplo, toda la vida dirigió cintas que al verlas a la distancia son reconocibles e imitables, igual que Pasolini, Wenders, Bergman, Fasbinder, Kubrick, Jodorovsky, Tarkovsky o Kieslowski. Almodóvar llegó, precisamente, en un momento en que estos héroes del cine estaban casi de salida, y pertenece a una generación de cineastas que sobreponen la forma al contenido. Son sus contemporáneos Tim Burton, Tarantino, von Trier, Rodríguez, Del Toro, gente que volvieron su cine una apariencia. Siendo honesto, y sé que muchos me van a querer matar, no hay nada especialmente trascendente en sus filmografías, al contrario, vuelven lo trivial el centro de sus relatos. E incluso, son a veces monotemáticos (von Trier siempre diseminando el odio hacia la humanidad, Tarantino siempre hablando de venganza y géneros fílmicos ya muertos, Rodríguez y su pirotecnia visual, del Toro y sus fantasmas y monstruos buena onda, y Burton… bueno, el tiene a Johny Depp). Quizá el más polifacético ha sido precisamente Almodóvar, aunque casi todo el tiempo hable sobre el universo femenino.

                Julieta cuenta la historia de una mujer que está tratando de rehacer su vida cuando es atacada por un fantasma del pasado. Si piensan que estoy hablando de Volver (2006), La flor de mi secreto (1995), Tacones lejanos (1991) o Todo sobre mi madre (1999) es porque el director ha vuelto de esto una constante. Para entender Julieta, es necesario saberlo, porque en cierto sentido, es una repetición, como un eco que se renueva de diferentes formas e intensidades. Esto no es necesariamente malo, de hecho, es quizá lo que busca el público en Almodóvar. Se ha vuelto parte de su sello.

                En la cinta encontramos muchos elementos y caras familiares, que deben estar presentes para que sea considerada una cinta del director: Desde sus actores fetiche (Darío Grandinetti, Rossy de Palma, Emma Suárez), canciones de Chabela Vargas, referencias a cineastas y cintas de culto (en este caso, un cambio de actriz para representar el cambio de personalidad, como en Ese oscuro objeto del deseo, de Luis Buñuel, 1977), hasta la prevalencia de los colores rojo y azul, entre otras cosas. Como director de actores, principalmente mujeres, el manchego es especialmente un privilegiado, y no se puede negar que sabe cómo generar personajes tan complejos que cuentan historias paralelas con sólo un pequeño cambio de gesto (la sudadera de Xoan que toma Rossy de Palma, por ejemplo) y guía a sus actores a representar exactamente el tipo de personajes que requiere. En este sentido, Emma Suarez y Adriana Ugarte, a pesar de no parecerse absolutamente en nada físicamente, logran convencernos de que son la misma mujer al pasar el tiempo. Las historias truculentas, las relaciones personales y familiares fuera de lo común (la hija cuidando a la madre, la hija ausente, la familia separada, los amigos que desde adolescentes han sostenido relaciones sexuales “sin nunca estar liados”, etc.) son otros de los signos de que estamos ante una obra de Almodovar.

                Y ese es el principal problema de Julieta. Que es una película de Almodóvar. Uno no logra empatizar con los personajes porque por primera vez, a pesar de todo lo que aparenta, el señor Don Pedrito no logra hacer que sean realmente importantes las relaciones entre ellos. El ritmo de la cinta, así como el aspecto visual, va decayendo conforme conocemos más y más a los intérpretes, y de hermosas escenas de un cuidado visual asombrosos (el close up de Darío Grandinetti casi al inicio, la pareja de Julieta y Xoan acostados en el tren, etc.) pasa a tomas que ni en los peores comerciales de Famsa se han visto. Además, la historia y el guión son más que predecibles; desde los créditos iniciales sabemos que estamos ante un personaje que tiene un secreto, que eso la está atormentando, que el pasado está a punto de golpearla y que Madrid está poca madre. Y lo peor no es que sea predecible sino que trata al público como si no supieran nada. Pongámoslo así: Cuando alguien se te queda viendo a la cara y te dice “tenemos qué hablar” tú sabes a qué se está refiriendo. Imagínate que después te diga exactamente lo que estás esperando, al grado que lo dice palabra por palabra, como si se lo estuvieras soplando, y no sólo eso, sino que te lo explica con pelos y señales. Eso es lo que pasa en Julieta, que cuando algo ocurre, ya sabes que va a pasar. Con alerta de Spoiler, pongo por ejemplo las cartas y postales que recibe Julieta en el cumpleaños de su hija, o el hecho de que cuando ella conoce a Xoan, en el tren y decidan quedarse en el mismo vagón, ya acostados, ella le diga “no puedo dormir” y ya sabemos qué sigue. Eso ocurre en muchos momentos. Incluso, la ya tradicional voz en off, característica de sus melodramas, en esta ocasión es un estorbo que va contando todo lo que se ve en pantalla. Y para colmo, el final no sólo es el más convencional de toda su carrera, sino que además es el más moralino y cutre que se le pudo ocurrir. Incluso, la canción de Chabela Vargas (indispensable, para que esta sea una cinta de Almodóvar, e infaltable porque la cantante falleció poco antes de que se filmara la cinta y es una especie de homenaje de un amigo muy querido a otro), suena fuera de lugar.

                Al final, el resultado es una película que pudo hacer un fan de Almodovar, siguiendo el instructivo y tomando resoluciones formales que no tomaría Almodovar, para distanciarse de él. El problema del director es que, como comentaba más arriba, en sí nunca fue un verdadero auteur, sino un creador de atmósferas y universos personales, como Burton, Del Toro, Tarantino, von Trier y Rodríguez. Gente que funciona siempre en el mismo matiz, que dicen pero no dicen, que hablan pero no hablan. Si uno ha visto una de sus cintas, seguramente ya vio todas porque es poco o nada lo que cambian de una a otra. Parece que deben hacer sus trabajos con un manual, buscando asombrar sin asombrar realmente. A veces parece que pasaron de vender hamburguesas en un carrito y de pronto se hicieron dueños de un MacDonals. En un momento en que el cine de arte y de autor está pasando por uno de sus peores momentos, es una lástima que no exista nada novedoso, ni siquiera de parte de los que se volvieron famosos por asombrar. En la feria Almodóvar, ya urge renovar los caballitos.




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sábado, 2 de julio de 2016

Las grandes cagadas de los mejores directores I





“Si no fracasas en algo de vez en cuando es una señal inequívoca de que no estás haciendo nada nuevo.” Con esas palabras, Woody Allen justifica el hecho de que su método de dirección (el hacer películas al por mayor, sabiendo que al final unas cuantas son buenas) le ha dejado desde obras maestras hasta cerotes del tamaño de un cerro. Ahora bien, Allen no es el primero ni el último en hacer esto. Sólo basta ver la filmografía de algunos de los mejores directores de la historia, para darnos cuenta que hasta los reyes se avientan su cagada de vez en cuando. En este listado no van a encontrar ni a Tarantino ni a M. Night Shyamalan, porque ellos pertenecen a la categoría de los que tienen dos obras buenas entre cientos de cacotas.



David Lynch: Dunas (Dune, E.U., 1984)

Según el documental Jodorosky’s Dune, Frank Pavich, 2014) la realización de esta cinta a manos del inefable director argentino, pronosticaba un paradigma cinematográfico sin precedentes. Pero por cuestiones presupuestales el proyecto quedó, años después, en manos del entonces joven en inexperto David Lynch, que previamente sólo había hecho la regular El hombre elefante (Elephant man, 1980). Se filmó en México, con un presupuesto altísimo, un diseño de producción impresionante, con Sting y Grace Jonnes en el reparto, pero… Pues Lynch no es un cineasta fácil. Se dice que aunque el director hizo su mejor esfuerzo, un guión atiborrado de diálogos complejos, escenas preciosistas pero más aburridas que quedarse viendo dos minutos la máquina de las tortillas y sobre todo, que la gente quería ver algo más parecido a Star Wars, hizo que fuera un fracaso de crítica y taquilla monumental. Vamos, ni el sexenio de Calderón dejó tantas pérdidas. El único que ganó con esto fue el director, porque a cambio de filmar su elefante blanco, el productor Dino De Daulrentiis tuvo que producir Terciopelo azul (Blue Velvet, 1986) y él feliz, porque por lo menos esta ganó un chingo de premios y volvió a David Lynch el Dios del cine.




Bob Reiner: Nuestro amor (The Story of Us, E.U., 1999)

Aunque el gordo Reiner no es el mejor director del cine, su trayectoria profesional tiene muchos títulos que en el campo comercial han sido éxitos de crítica y público, tales como Esto es Spynal Tap (This Is Spinal Tap, 1984), Cuenta conmigo (Stand By Me, 1986), La princesa prometida (The Princess Bride, 1987), Miseria (Misery, 1990) y sobre todo, la que muchos consideran que es la obra maestra de Woody Allen que no dirigió, ni actuó, ni escribió Woody Allen, Harry y Sally (When Harry Met Sally..., 1989). Después de ese impactante currículum intenta repetir un poco la fórmula de Harry… y termina echándose un cake de 10,000 courics (sino vez South Park, no vas a entender la referencia, por eso te mando a este link). El problema es que a nadie le parecía muy chistoso ver a Bruce Willis después de años de soltar fregadazos enamorando a una a veces desmesurada Michelle Pfeiffer. Incluso, algunos críticos dijeron que debía llamarse “Por qué Harry se divorció de Sally”. Un fracaso que casi transforma su carrera en el cuerpo en el río de Cuenta conmigo.




Henry Selick: Monkeybone (Ídem, 2001)

Quizá por su humor más guarro que oscuro, lleno de cadáveres flatulentos y personajes que ni siquiera su mismísimo compadre Tim Burton soportaría ver, Monkeybone resultó un fracaso tremebundo de crítica y público. Honestamente, a mi me divirtió bastante, aunque debo reconocer que es muy fea. El realizador también ha hecho cintas como El extraño mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas, 1993) y Coraline y la puerta secreta (Coraline, 2009). Pero este mono, fue resultado de una dieta a base de frijoles con huevo.




Felipe Cazals: Burbujas de amor (1991)

Pongámoslo así: Durante los años ochenta, el director de Las poquianchis (1976), El apando (1975), Canoa (1975), Bajo la metralla (1982), Los motivos de Luz (1986) y Chicogrande (2009), comía lo que podía por hambre. El resultado es que vivió una década de diarrea incontenible. Hizo películas hasta para Rigo Tovar, pero la que se llevó las palmas, sin duda fue Burbujas de amor, la sexy comedia más aburrida del cine de ficheras. Se trata de un filme decadente, con estrellas televisivas y una vieja que ni en su casa conocen que se llamaba Telly Filippini, cuya única gracia era (según el TV Notas) que se dejaba madrear por Sergio Goiry. Mala como el producto de mezclar tacos de a cinco por quince pesos de afuera del metro Olímpica con un curado de avena y un litro de leche bronca, sorprende entre su filmografía porque las actrices no enseñan nada y los galanes son más grises que un calzón mal lavado. Es decir, un fracaso absoluto.




Mike Nichols: Lobo (Wolf, 1994)

¿Quién le teme a Virginia Wolf? (Who's Afraid of Virginia Woolf?, 1966), El graduado (The Graduate, 1967), Closer, llevados por el deseo (Closer, 2004). El director también se aventó sus popocitas, así que al momento de hacer este listado, tenía por lo menos, tres serios contendientes: La jaula de las locas (The birdcage¸1996), ¿De qué planeta vienes? (What Planet Are You From?, 2000) y por supuesto, Lobo. Escogí esta última porque la primera por lo menos, si andas de simple, te puede parecer divertida, y la segunda fue tan mala que ni los actores se acuerdan de ella. En el caso de la tercera, llama la atención porque: 1.- Universal intentaba “actualizar” sus grandes monstruos de la época dorada del cine de terror (Drácula, La momia, Frankestein, etc.), 2.- Nichols dejó que Jack Nicholson hiciera lo que quisiera, la grado de permitirle, por ego actoral, no usar un maquillaje apropiado y además, lo dejó creer que a estas alturas del partido seguía siendo un gran actor. Además, parece que la química con Michelle Pfeiffer, que tuvo en Las brujas de Eastwick (The Witches of Eastwick, George Miller, 1987) ya había quedado en la distancia.





Peter Jackson: La trilogía del Hobbit (The Hobbit, 2012, 2013 y 2014)

Yo sé que los fans acérrimos de Jackson y de J. R. R. Tolkien dirán que esto no es cierto, que su peor película es Desde mi cielo (The Lovely Bones, 2009, que dicho sea de paso, más bien la odian porque no es tan espectacular como El señor de los añillos), pero tengo razones para sustentarme. La primera y única prueba es la trilogía de El señor de los anillos (2001, 2002 y 2003): Es espectacular, redonda, sorprendente, incluso los que no conocen la obra original salen asombrados por el manejo de la épica que tiene Jackson. El caso de El Hobbit, es muy triste, porque se siente como una copia pirata de El señor…, como los clones que aparecieron después de que se estrenó, que no llegaron a igualarla ni medianamente. Incluso, los mayores fans de la obra original se quejaron de que se alargaba innecesariamente una obra pequeña, divertida e infantil. Una caca de dragón.



Orson Welles: Don Quijote (Don Quixote, 1992)

Bien, la cosa es esta. Cuando Orson Welles intentó llevar a cabo la historia de Cervantes, en 1957 y 1966, debido al presupuesto y a que de pronto, el director descubrió que no le estaba gustando mucho el resultado, decidió abandonarla y seguir adelante, aunque en varias ocasiones intentó terminarla. El material fue editado por el español Jesús Franco, el culpable de que la cinta fuera un asco. Sin ritmo, mal editada, es el resultado de querer comerse las sobras del pastel que no le gustó a otro. Qué se podía esperar de un director de soft porno y cintas de explotación. En pocas palabras, Orson se lo comió, Franco lo defecó.




Brian de Palma: Misión a Marte (Mission to Mars, 2000)

De Palma es un director pretencioso. Con esto no quiero tacharlo de poser, sino que tiene que ver con el hecho de que tiene una cultura cinematográfica tan grande, que quiere ser otro director. A intentado ser Hitchcok, también quiso ser Scorsese, pero el que no le salió muy bien fue Kubrick. Misión a Marte, según un usuario de Filmafinity, es “2001 para Dummies”. Algo de razón tiene. Además es muy patriotera, pero a su favor, cuenta con unas bellas banda sonora y fotografía, finalmente es De Palma. Pero esto no es lo peor del caso: Para la crítica “seria” hay directores que son intocables, como el mismo Kubrick, Lynch, Jean-Luc Godard y Lars (AKA) “todas las mujeres son putas” von Trier. Y De Palma, se metió con uno de los sueños húmedos de todos los críticos. Lo tacharon de pecador, de corrupto, le pidieron que se arrepintiera, lo escupieron, le echaron agua bendita y después lo apedrearon casi hasta la inconsciencia. Y después, el mazacote de carne que dejaron, fue arrojado a los perros (perdón) al público para que se alimentaran con él. Pero como la audiencia está divorciada de alguna manera con los marcianos (ese es otro tema que pronto trataré, ¿Por qué los espectadores odian a los marcianos?), pues ni caso le hicieron. La cinta se estrenó prácticamente al mismo tiempo que Planeta rojo (Red Planet¸ Antony Hoffman, 2000), que también tronó como cedazo en taquilla. Y de Palma casi la palma.



Pedro Almodóvar: Los amantes pasajeros (2013)

Aceptémoslo, el manchego no es el mejor director español, pero hay que reconocer que el cine ibérico se divide en AP y DP (Antes de Pedro y Después de Pedro). Sus cintas derrochan originalidad, tanto así que se transformó en un estilo más que en un artista. Ha hecho cosas que dan pena, pero desde luego, su habilidad para mezclar lo guarro y lo sublime, siempre son de agradecerse. En el caso de Los amantes… construye una cinta sin pies ni cabeza, de esas que puedes ver dos veces y en ninguna logras sonreír. Es aburrida, chunga, babosa, es menos almodovariana que una película del “Caballo” Rojas. Y para colmo: ¿Se han percatado que las peores cintas del señor tienen a un mexicano en el elenco? Algo para discernir muchos años.



John Ford: La mascota del regimiento (Wee Willie Winkie, 1937)

La verdad, no he visto este filme, no porque no quiera sino porque no lo conocía hasta el momento en que empecé este conteo. John Ford es el mesías del cine americano, el que llevó a alturas de arte al western; La diligencia (Stagecoach, 1939), por ejemplo, está entre las diez películas más importantes de la historia. La crítica es voluble al respecto de La mascota del regimiento, ya que a veces la consideran una película agradable y en otras una verdadera porquería. En lo que coinciden todos es en que Ford no se merecía tener que aguantar a Shirley Temple.



Arturo Ripstein: La ilegal (1977)

Ripstein fue considerado el mayor de los cineastas mexicanos, no sólo en el país sino principalmente, en Europa. Sus cintas más emblemáticas, Principio y fin (1993), El carnaval de Sodoma (2006) y Tiempo de morir (1966), entre otras, tenían la particularidad de ser cine de auteur, muy culto, oscuro y despiadado. La ilegal fue una de las primeras cintas producidas por la hoy (bendito sea Dios) extinta Televicine, sub empresa dedicada a hacer vehículos de lucimiento para las “estrellas del canal de las estrellas”. Se trata de una cinta pensada para Lucía Méndez, antes de que le cayera la maldición de María Sorté. Y aunque no es tan mala, las actuaciones acartonadas, la ausencia de ganas del director y ante todo, un final forzado, que ni es feliz ni triste sino todo lo contrario, convierten el filme en la peor de la filmografía Ripsteniana. 



Bryan Singer: Superman regresa (Superman Retuns, 2006)

Seamos honestos: Bryan Singer no es ni ha sido el mejor director de mundo. A veces, siento que el lugar que se ha ganado fue únicamente un “Homero”, debido sobre cualquier cosa a Los sospechosos comunes (The Usual Suspects¸1995) y si no me creen, fuera de los filmes de X-men y sin consultar Google, nadie puede mencionar una de sus películas, salvo, Superman regresa, quizá porque es considerada la peor cinta de superhéroes de la historia (Martha se salvó). El problema con esta cinta fue que en lugar de intentar un universo nuevo y contemporáneo, Singer se dedicó a mal copiar lo hecho por Richard Donner en su filme de 1978, así que con el pretexto más Ed Woodiano posible, coloca a Brandon Routh como Superman/Clark Kent, nada más porque se medio parecía de perfil a Christopher Reeves, y a Kevin Spacey como Lex Luthor, imitando el personaje tal y como lo interpretó Gene Hackman. Incluso, utilizó material eliminado de las dos primeras cintas, con Marlon Brando. Pero visualmente, decide tomar lo realizado por el pintor Alex Ross en sus novelas gráficas sobre el súper hombre, volviendo la cinta en un pastiche de proporciones titánicas. Es larga, aburrida, ingenua y fea por donde se vea. Además, Brandon Routh es el Superman más gay de la historia. A 10 años de su estreno, uno no puede explicarse por qué se autorizó su rodaje.



                Encontré muchos más títulos, así que decidí dividir esta entrega en dos. En esta semana estén al pendiente, ya les presentaré la segunda parte y mis conclusiones.

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