martes, 31 de mayo de 2016

Programa doble: Gloria y las elegidas del Ariel




En esta ocasión nuestro programa doble se baña de polémica, y les presentamos las dos películas que más premios Ariel, que otorga la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), que es algo así como el Oscar Azteca.

Las elegidas
México, 2015.
Dirección: David Pablos.
Guion: David Pablos.
Fotografía: Carolina Costa.
Intérpretes: Nancy Talamantes, Óscar Torres, Leidi Gutiérrez, entre otros.
Duración: 105 minutos.
La prostitución y la trata (antes era “trata de blancas” pero yo creo que les pareció de mal gusto el término porque la mayoría de las que lo sufren por acá son más bien prietitas) son temas que siempre abren la ventana a la discusión: Que si es un mal necesario, que es una de las peores manipulaciones al género femenino, que cosifica a la mujer, que quien entra a esto es por tonta o por pobre, y párenle de contar. Lo cierto es que, cinematográficamente, en nuestro país es uno de los tópicos más recurrentes. Desde la tremebunda, La mujer del puerto (Arcady Boytler y Raphael J. Sevilla, 1934), la melodramática y exagerada, Santa (Antonio Moreno, 1932, para la más conocida de las versiones que existen), pasando por todas las que se hicieron de durante la mal llamada “Época de oro”, hasta los excesos de Las ficheras (Bellas de noche, Miguel M. Delgado, 1975) y las “sexy comedias”, de los años ochentas, entre muchas otras, el sitio que ha tenido la prostituta es de la víctima de las circunstancias, la que lo hace por vocación, la que incluso se divierte como enano (sin albur) o la mujer mala que lo hace por venganza a la sociedad o su familia. Pocas veces, quizá por lo fuerte del caso, se ha hablado de las verdaderas causas de este fenómeno tan vilipendiado a veces. Una de esas cintas fue Las poquianchis (Felipe Cazals, 1976) y por supuesto, la que es como su hija más chiquita: Las elegidas.
                Ganadora del Ariel a mejor película, la segunda película de David Pablos, cuenta la historia de una adolescente que es enganchada para ser prostituida. En paralelo, se observa lo que pasa con el chico que intenta hacerla entrar en este mundo, mismo que se enamora y trata de conseguir la libertad de la niña. La obra sigue a estos y otros personajes que están alrededor, contando de forma metafórica y simbólica lo que ocurre en sus cabezas. El filme es como un círculo vicioso y quien entra en él ya no sale. No se detiene en buscar los motivos y a veces parece que no se define entre la cinta didáctica, el melodrama romántico, la nota roja y el cine de auteur, y navega entre uno y otro, a veces recordando a Reygadas, en otras a Ripstein, en otras a Van Sant y así, lo cual no es del todo malo. Visualmente es muy correcta y en general está muy bien actuada. Casi todos los actores (totalmente desconocidos por ser gente de la localidad, de Baja California) están bien dirigidos y se siente muy bien balanceados los personajes. Quizá el padre de la familia de lenones, el dramaturgo y maestro Edward Coward, aunque correcto, en ocasiones se siente un poco afeminado, no sé si el actor o el director lo hicieron conscientemente.
                Algo que choca un poco es el exceso de autocensura que hay en ella, quizá por la edad de algunas de las participantes, pero al mismo tiempo, algunas escenas muy truculentas, se extienden demasiado (ejemplo, cuando el padre obliga a su hijo mayor a golpear a su hermano menor. Aunque esto ocurre fuera de cámara, se alarga demasiado). Fuera de esto, la película transcurre bien y, a pesar de ser muy lenta y tomarse su tiempo, no aburre y permite a los espectadores reflexionar sobre el tema.
Las elegidas lleva a sus personajes en un círculo que visto desde arriba es en realidad, un uroboro, una serpiente que se devora a sí misma. Todos los personajes son víctimas y victimarios, y repiten esquemas. El hijo reproduce los pasos de su hermano, como seguramente este, calca los de su padre. La chica que cae en esto, sigue el esquema de otra de sus compañeras que en algún momento vivió una relación con el hermano del chico que la llevó a esto, como también, seguramente, la madre jefa de la familia de padrotes. La prostitución es un ir y venir sin final. Lejos se queda la figura de “la que se levanta tarde”, la simpática y coqueta prostituta de Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1948), ante una realidad mucho más oscura y desesperada que la que nos mostraban sus escenas al lado de Pepe “el toro”.
Ahora bien, aunque estamos ante una cinta extraordinaria, representa a su vez lo bueno y lo malo del cine mexicano. Bueno porque es valiente al exponer los hechos, malo porque no nos cuenta más allá de un pequeño fragmento de la situación. No se exponen los que solapan esta situación, ni por qué se permite que exista y quienes salen beneficiados con esto. Sólo se concentra en el lado emocional. Es bueno también que se abra la discusión sobre la trata, pero es malo que se decida usar un estilo y una forma que, aunque brillante, no es accesible para todo el público. ¿De qué sirve que los intelectuales y pseudointelectuales la aplaudan? ¿Qué utilidad tienen los premios? El público que paga la prostitución, el que puede estar expuesto a caer en una red de lenocinio, no puede acceder a ella, no porque no le interese el tópico, sino porque su estilo, aunque correcto, no le llama la atención. Ellos están acostumbrados a Lo que callamos las mujeres, a La rosa de Guadalupe. La cinematografía nacional tiene esa mala costumbre de que los temas de interés nacional se tratan de forma que no puedan verlo los que deberían consumirlo. Eso ocurre con Heli (Amat Escalante, 2013), Miss Bala (Gerardo Naranjo, 2011), Después de Lucía (Michel Franco, 2011), excelentes todas, pero ya no estamos en los tiempos en que se deba despreciar al público de calle, al que si llega a ver una cinta “de autor” la ve en dvd clon, pero que sí va a ver ¿Qué culpa tiene el niño? (mi crítica acá) en Cinépolis y hasta compra palomitas. El divorcio entre los que dicen cosas importantes y el espectador no debería existir. Y se puede conciliar, lo han demostrado El crimen del padre Amaro (Carlos Carrera, 2002), El infierno (Luis Estrada, 2010), Voces inocentes (Luis Mandoki, 2004), Malos hábitos (Simón Bross, 2007), entre otras. Aun con todo, quizá no sea la mejor película del año, pero ojalá y la peor fuera como ella.


Gloria
México, 2014.
Dirección: Christian Keller.
Guion: Sabina Berman.
Fotografía: Martín Boege.
Intérpretes: Sofia Espinosa, Marco Pérez, Tatiana del Real, entre otros.
Duración: 126 minutos.
Si existe un personaje de la farándula que sea igualmente odiado que amado, es Gloria de los Ángeles Treviño Ruiz. A partir de que en 1998 aparece el libro La gloria por el infierno, de Rubén Aviña, un estimable y poco reconocido periodista de espectáculos, inició un parteaguas en la sociedad mexicana. A partir de los abusos cometidos por Sergio Andrade a sus “coristas y estudiantes”, todas ellas con él desde la minoría de edad, tanto los medios, el gobierno y los padres de familia, comenzaron una cacería de brujas contra todos los se sospeche que son pederastas tienen preferencias por las chamaquitas, lo cual se ha extendido hasta el día de hoy
                En Gloria, se cuenta la relación entre Sergio Andrade y Gloria Trevi, desde que se conocen y comienzan una relación, hasta cuando se sabe del escándalo que los caracteriza. Si alguien no sabe qué pasó, lo pongo al tanto. Andrade tenía una “academia”, muy cerca del metro Revolución, por cierto, en la cual reclutaba a jovencitas para amaestrarlas – perdón – instruirlas, en el arte de la música y volverlas “estrellas”. El tipo tenía un extraño carisma y conseguía que los padres les dejaran a sus hijas a su cargo, dándole, incluso, la patria protestad o solapando que algunas de ellas se casaran con él. Esos mismo padres, ciegos o con los ojos vendados, son los primeros que le dieron la espalda y lo acusaron de abusos, de cerdo comunista, de Hitler chilango y párenle de contar. Si bien no todos estaban consientes de la situación y confiaron en él, otros, por desgracia, aunque supieran qué ocurría o lo sospecharan, nunca dijeron nada. Fue hasta que Gloria deja a TV Azteca para volver a Televisa, que Paty Chapoy, una comentadora de chismes que cree que tiene el tamaño moral para criticar a cualquiera, exhibe y casi crucifica a Gloria, apoyándose en el libro ya mencionado, que recogía los testimonios de Alin Hernández, una de las “esposas” del señor Andrade.
                La cinta muestra todo desde la perspectiva de la Trevi, desde su mundo personal, cargado de ingenuidad, pero a la vez, consciente de que lo que hace está mal. Gloria y Sergio, según Christian Keller (quien, por cierto, ni siquiera es director de cine, sino un suizo loco que escuchó del caso y pensó que sería una buena película), son protagonistas de una historia de amour fou, como lo fue la de Ike y Tina Turner, quien soportó abusos y vejaciones de su marido, según se narra en Tina, lo que hace el amor (What's Love Got to Do with It?, 1993) el realizador Brian Gibson, igual que lo vivieron muchas otras parejas de artistas y gente famosa. Por lo mismo, deja un poco de lado la crítica y se dedica a observar desde la mirada de la cantante todos los sucesos. Para Keller, Andrade es un ser que no entiende por qué la sociedad no acepta sus “preferencias”, mientras que la Trevi es víctima de una pasión que la encandila y la hace aceptar todo lo que pasa alrededor. Una de las mejores escenas es en la que los amantes malditos, visitan al “tigre” Azcárraga y él comienza a “venderle” la idea de que es una chica salida de la pobreza, que se levantó por sí misma, y ella comienza a imaginar que canta Con los ojos cerrados, el himno de las mujeres sometidas por el amor, para después mostrarla en pleno éxito, interpretando la canción en un palenque.
                A medio camino entre el melodrama y la comedia musical, fue recibida por la crítica muy tibiamente, y por el público, todavía peor. Entre otras cosas, esto ocurrió porque meses antes de su estreno se filtró a internet una copia de la cinta y los piratas hicieron su agosto con ella. Y por otro lado, esto pasó porque la Señora Trevi genera un torbellino de ímpetus encontrados, y hay mucho resentimiento hacia ella. Por un lado, están los que la consideran una víctima, que creen que la culpa de todo la tuvo Sergio, por ser un adulto que sabía que lo que estaba haciendo era un delito y porque era un loco pervertido. Y en el otro extremo, están los que creen que ella fue tan responsable como él, que era una depravada, que como era mayor de edad no se merecía el perdón del público, que todavía debería estar encerrada por lenona y que cantaba de la fregada.
El día de ayer no tenía mucho que hacer y mientras empezaba este texto, escuché los programas de Jorge Poza y de Maxine Woodside, en los cuales, debido a la noticia que la peli ganó mejor actriz en el Ariel y Las elegidas, la mejor cinta, comentaron acerca de Gloria. Poza pensaba que el filme merecía más reconocimientos, por ser uno de los mejores hechos en los últimos años, mientras Maxine, comentó que le parecía que no merecía ni siquiera estar nominada, porque aunque era buena, no era para tanto y ensalzaba a la cantante. Cuestión de perspectivas. Lo cierto es que a fin de cuentas, y tratando de dejar favoritismos a un lado, hay que reconocer que es un tour de forcé de todos los participantes; de un director primerizo, de una inspiradísima Sofía Espinosa como la Trevi, que por momentos nos hace creer que es ella reencarnada, un correcto Marco Pérez, que según contó, entró al proyecto dos semanas antes de empezar a rodar y por supuesto, un buen guión de Sabina Berman, en uno de sus mejores trabajos para cine. Y si bien no se puede justificar los sucesos que describen, no por eso se va a negar que estamos ante una de las películas más redondas que ha dado la cinematografía nacional de los últimos años.
Reflexionando un poco, el que tanto Las elegidas, como Gloria, hayan triunfado en los Arieles, no sólo es un buen pretexto para unirlas en este programa doble, sino que, vistas de cerca, son dos partes de una misma fotografía de la realidad mexicana. La obra de David Pablos muestra la parte sórdida y prohibida, mientras la de Christian Keller es el pedacito brillante, luminoso, que atrae y es incluso consensuado. Al final, son el retrato de la manera en que nuestra sociedad ve a la mujer, un mural nada halagador de la hipocresía en la que vivimos.

sábado, 28 de mayo de 2016

La bruja: El horror está en todos nosotros





La bruja (The Witch)
E.U., 2015.
Dirección: Robert Eggers.
Guion: Robert Eggers.
Fotografía: Jarin Blaschke.
Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Ralph Ineson, Kate Dickie, entre otros.
Duración: 90 minutos.

Debo de ser honesto en esto: El cine de terror no es mi especialidad. En algún momento de mi juventud me sumergí en los cineclubes y videoclubes, buscando basura de alta calidad, así como obras de arte que usaban los vericuetos del miedo para expresarse, pero desde hace mucho me alejé de este como la plaga. El motivo fue que lo que antes era cine clase Z, de la peor explotación posible, se transformó de pronto en cine comercial de lo más chafa del mundo. Recuerdo que una de las últimas veces que vi una de estas cintas fue la muy decepcionante La maldición (The Haunting, Jan de Bont, 1999), que era tan chafa que no me quedaron ganas de ver algo más. El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Eduardo Sánchez, 1999), no me pareció más que original en su narrativa, pero quizá se debió a que antes de esta, yo había pernoctado viendo desde Freaks (Tod Browning, 1932), hasta Masacre en cadena (The Texas Chain Saw Massacre, Tobe Hooper, 1974), pasando por El regreso de los tomates asesinos (Return of the Killer Tomatoes!, John De Bello, 1988), hasta cosas más bizarre, como Resurrección satánica (Re-Animator, Stuart Gordon, 1985). Pero de alguna manera, Hollywood absorbió los litros de sangre y vísceras falsas, y las convirtió en carretadas de dinero, usando fórmulas e incluso a los directores de esas extrañas fantasías oscuras, como George Romero, Tobe Hopper, e incluso a David Cronenberg, quienes, dicho sea de paso, lograron obras que incluso en lo comerciales fueron fabulosas, como el remake de La mosca (The Fly, 1987), de Cronenberg. Después vino, obviamente, el j-horror a refrescarme un poco el gusto, pero después, este también se fue contaminando con el mayor germen de la inmundicia y la tragedia humana (no estoy hablando de Agustín Cartens, sino del dinero). Ver La bruja, me revivió la esperanza en este tipo de filmes.
                La historia es bastante sencilla: En el siglo XVII, una familia de cristianos es segregada de su comunidad y se va a vivir al bosque donde desaparece su hijo más pequeño. A partir de ese suceso, comienzan a ocurrir cosas sobrenaturales. Nada que no se haya visto hasta en el melodrama. Ahora bien, esa es la superficie, en el fondo hay mucho más. Bastantes críticos han encontrado en ella reflexiones profundas sobre la religión, de la familia como origen de todos los males, de la condición de la mujer, etc. Y sí, todos ellos tienen razón. Pero algo que me encantó de La bruja, es todo esto y más.
                Cuando iba a exhibirse en el festival Morbido, por alguna extraña causa no se presentó. Dicen que quizá fue porque es demasiado lenta para los estándares del cine de miedo actual, además que las brujas han estado, últimamente, ligadas más hacia la comedia o las cintas infantiles. Así que esto generó un morbo tremendo, que mea culpa, hasta yo sufrí. Ahora que tuve oportunidad de verla, me percaté que efectivamente, es una cinta contemplativa, lenta, que se toma su tiempo para desmenuzar discretamente a los personajes, representados por histriones, henchidos todos en sus respectivos papeles hasta el tuétano. Cada fotograma parece una pintura renacentista de Velazquez o Goya. Por momentos el filme recuerda esas atmósferas opresivas usadas por Ken Rusell en Los demonios (The Devils, 1971) o Nicolás Echeverría en Cabeza de vaca (1991). Incluso, a veces remite a Andrei Tarkovsky. Y eso es lo más interesante de esta brillante producción: No estamos frente a una cinta de terror, sino una que lo usa como herramienta. La bruja, es, ante todo, una obra de autor.
                En ella se hayan demasiados temas y tópicos como para centrarse en uno sólo, pero la intención principal de la ópera prima de Robert Eggers es hablar sobre la ignorancia y los males que se desprenden de esta: El fanatismo religioso, la intolerancia, el crimen. Cada personaje tiene sus propios demonios que se carnifican y los destruyen: El orgullo, la lujuria, la envidia, la intolerancia, la mentira, cada pecado capital está presente en ellos. La bruja es el resultado de la indiferencia, de la ignominia, del silencio de Dios, ese ser que está presente como palabra en toda la cinta pero que nunca escucha los ruegos de los protagonistas.
                Como demostraron los grandes auteurs del cine de antaño, (Murnau, Browning, Wiene, Dreyer) e incluso otros más contemporáneos (Rusell, Polanski, Coppola, Scorcese, Lynch), el cine es una lupa que amplifica las pasiones y perversiones propias del ser humano. David Cronenberg, en su cine, nos enseñó que el mayor de los horrores está dentro del mismo ser. Y eso es lo que demuestra la ópera prima de Eggers, una obra personal y a veces un tanto hermética, que va más allá de las pelis con las que comparte su género. Un trabajo que no utiliza efectismos baratos, en los que no existen los sustos fáciles, que no utiliza efectos digitales complicados, ni plastas exageradas de maquillaje. La bruja espanta no por sus demonios o sus símbolos (que en otro contexto, podrían parecer viejos y anacrónicos clichés), sino porque al final del día, la misma sociedad, la familia, la ignorancia y la intolerancia religiosa, son la verdadera fuente del mal, los monstruos que conducen a una persona a transformarse en una bruja.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Tomates verdes podridos. Segunda parte.

Cuando pensamos en un sitio como Rotten Tomatoes, lo primero que viene a la mente son las calificaciones que nos daban en la escuela, en la que la forma de evaluación era a veces inexplicable. Como maestro, si un alumno ve mis listas, lo primero que hace es preguntar por qué a pesar de haber aprobado, hay cincos o cuatros escritos. La respuesta es que se toma en cuenta la evaluación continua, las asistencias, la actitud, etc. Los elementos para calificar dependen de cada maestro, lo cual se asienta en las listas, pero en las boletas aparecen dieces o ceros. Ahora bien, en la imagen les muestro lo que el usuario ve cuando entra a Rotten:

Primero, se encuentra el tráiler y el título de la cinta, así como su año de producción. Bajo estos se encuentra una pequeña imagen del cartel promocional y a su lado derecho la calificación promediada de la película, como un tomate verde y aplastado para las malas, uno redondo y colorado para las buenas y un tomate rodeado de un sello “de frescura” para indicar que es muy recomendable. A su costado se encuentra la calificación del público, la cual se manifiesta con una cubeta de palomitas tirada para las que el público despreció, y una llena de palomitas hasta el tope en el caso de las que la audiencia recomienda. Los números, en este caso, son grandes y en negritas. Bajo esto se encuentran unos números pequeños, llamados Average Rating (calificación promedio). Son el resultado de la calificación de cada crítico consultado y según muchos, es en donde está el verdadero valor de una cinta. Los críticos dan una calificación del uno al diez, mientras que el público lo hace del uno al cinco. Quiere decir que, por ejemplo, Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013) tiene un Average Rating de 6.1/10, es decir, pasó de panzazo. El público le da un 2.5/5. Pero a lo que se le da el primer vistazo es que tiene un 82% de frescura, y el público le otorga un 33%, o sea, que a la crítica le gustó pero al espectador no. Votaron por ella 17 expertos, de los cuales, 14 son positivos y 3 negativos. ¿Qué diablos está pasando?
                Para empezar, se dice que para tomarte en cuenta en RT, necesitas cuarenta reviews en diferentes medios o por lo menos cinco de top critics, o sea, gente que se ha ganado a pulso un prestigio y publica en medios muy reconocidos. Sharkado, cuenta con sus cinco necesarios, así que aunque sean menos de las cuarenta notas, es tomada en cuenta. Los críticos dan una calificación del 1 al 10, lo que quiere decir que con 6 ya pasaste, mientras que con 5 reprobaste, como en la escuela. Ahora saca un promedio sencillo: Los catorce críticos que votaron a favor de ella representan el 82% de los que votaron. En realidad lo que ves no es la calificación promedio, sino el porcentaje de votos positivos. De esta manera, el ejemplo que colocaba en la primera parte del artículo (por aquí) se explica: El 82% de los que votaron por El renacido, le dan una calificación promedio de 7.9, mientras que Sharknado tiene un 6.1. Deadpool tuvo un 83% de frescura, pero una calificación promedio de 6.9. Eso explica el por qué cintas tan diversas pueden tener porcentajes similares. Pues bien, regresemos al ejemplo del alumno: En mis clases de actividades cocurriculares (teatro), manejo una especie de premio, llamado participación. Puede ser positiva o negativa y cada una vale una décima de punto. Si juntas diez, tienes un punto, así que si tienes diez participaciones y sacas un nueve, tu calificación en el examen sube a diez. Con cincuenta exentas el examen, y no así el apartado de evaluación continua, el cual considera si traes cuaderno, uniforme de la materia, asistencia, etc. Si no tienes participaciones, tienes la opción de sacar un diez en cada uno de los apartados. El tercer modo de pasar es por medio de formar parte del club de teatro, lo cual te asegura exentar el examen y la evaluación continua. Pero al momento de asentar las calificaciones, Juanito X, Marita Y y Pepito Z sacaron diez, aún si Juanito no actúa nada, pero resulta que participa todo el tiempo y le sobran participaciones, Marita sacó diez en los dos rubros, y Pepito faltó algunas veces, incluido el día del examen, pero está en el club de teatro y se presentó en un evento de la escuela. En la boleta de los tres aparecerá un diez, sin importar cómo lo obtuvieron y quién se lo merece más.
                Algo así ocurre en Rotten, la diferencia está en que esta situación se las comento a mis alumnos casi cada vez que toca un examen. Cuando un usuario entra a la página, lo que ve son porcentajes, no calificaciones. Un usuario de Disqus me comentaba que por qué consideraba un sitio más confiable a IMDb, sobre Rotten, y la explicación es sencilla: Mientras que en IMDb se publica la calificación de los usuarios nada más, en RT, a esta se le da un lugar de menor importancia, lo que les interesa mostrar es la cantidad de votos a favor que tuvo la cinta en cuestión. Ahora, esto no quiere decir que sea más valiosa la opinión del espectador sobre la del profesional, sino que mientras uno muestra número netos, el otro le da preferencia a los porcentajes. Esto me resulta ilógico, ninguna medición de calidad seria se basa en datos tan ambiguos. En la llamada “prueba enlace”, por ejemplo, se considera la calificación promedio que sacaron los alumnos para ver en qué lugar de enseñanza está la escuela. Siguiendo el criterio de RT, entonces deberíamos de considerar el porcentaje de alumnos aprobados. Así, un colegio “patito”, cuyos inscritos sacaron calificaciones aprobatorias de seis, tendría el mismo lugar de calidad que uno en donde sus chicos sacaron nueves y dieces.
                Pues bien, esto en sí no es del todo malo, comparado con lo siguiente: Si bien el sitio por sí mismo no interfiere en las calificaciones otorgadas, el factor humano sí llega a hacerlo. No existe ninguna razón para asegurar que hay preferencias en la página, y por Disney menos que por nadie. La respuesta a esto es que Rotten pertenece a Flixter, un sitio que a su vez pertenece a Time-Warner. Y la prueba de que no hay interferencias ni favoritismos, se llama Batman V Superman: Su porcentaje de calidad promedio fue de 29%, con una calificación de 4.9/10. Y la cinta fue producida y distribuida por Warner Brothers. Si el sitio manipulara esta información, lo primero que hubiera hecho es detener la avalancha de críticas negativas. Sin embargo, las dejaron pasar aunque esto significó una pérdida irrecuperable (Aunque la cinta recuperó inversión y tuvo ganancias considerables, por desgracia, al ser un producto que muchos odiaron, sus ventas para reproducción doméstica peligran y son las que en verdad interesan a los productores de Hollywood), y derivó en la posible finalización de la carrera de Zack Snyder. Sin embargo, Disney, su mayor competidor, alcanza casi en cada cinta un porcentaje de frescura favorable. ¿Esto quiere decir que sus productos son superiores a los demás o que los críticos están tan aferrados como el público hacia estos?
                La respuesta es que por más que indagué, no encontré ninguna prueba sólida que me permitiera comprobar la existencia de extorsión o payola entre los críticos de cine.
                La payola es la forma en que se le denomina a la extorsión en el mundo de la música. Es la práctica de pagar con dinero o favores para que una canción se transmita en el radio o para que se le dé preferencia a un artista en particular. Durante años fue una práctica común, aunque hoy en día está prohibida en muchos países. En México, por ejemplo, se practica una forma de payola propia de nuestra idiosincrasia, que consiste en amenazar a los dueños de las estaciones para que apoyen a ciertos cantantes poco o nada conocidos, generalmente de música de banda, porque los capos del narcotráfico lavan dinero usando sus producciones discográficas. En el medio del cine, es sabido que algunos estudios, hasta los años noventa, hacían los press junket en lugares exóticos e invitaban a críticos y periodistas con todos los gastos pagados, además que conseguían regalos por parte de empresas patrocinadoras, que llegaban a valer cifras escandalosas. A la fecha, pero en menor medida, se sigue practicando algo similar, pero esto es para ganarse los favores del crítico, sin pedirlos expresamente. En el caso de Disney, no se puede decir que compre o extorsione abiertamente, pero hay muchas cosas por las que se puede sospechar esto. Lo primero es la cantidad de medios de comunicación masiva con los que cuenta. Es dueña de tantos negocios que me faltaría espacio para nombrarlos, pero les dejo un link para que los consulten por aca. Entre otras, son dueños de ABC, A+E, ESPN, Radio Disney, etc. Y por supuesto, son dueños de Marvel Comics y Marvel Studios. Obviamente, cualquiera habla bien de los productos de la casa. Pero Disney no cuenta con medios impresos, exceptuando Marvel, o por lo menos no de forma evidente. Tomando por ejemplo el caso de Televisa, que es dueña de muchísimas empresas, es de todos sabido que en sus filiales apoya principalmente sus producciones, y a aquel que hable mal de ellos, se le “veta” y no se les vuelve a invitar a sus eventos y programas, ¿por qué la empresa del ratoncito no lo haría?
                Pero aun con esto, no hay suficientes evidencias como para comprobar que Disney incentive de alguna manera a críticos profesionales para que les guste tal o cual producto. Y yo no tendría sospechas, sino fuera por un pequeño detalle: En el libro Corruption: How to Deal with Its Impact on Business and Society, de Godfrey Harris, editado por Americas Group Publications, en 2003 y que puedes consultar aquí, Disney Radio y todas sus estaciones y filiales tocaban hora tras hora la canción I Can't Wait, interpretada por Hillary Duff y que era parte del soundtrack de The Lizzie McGuire Movie (Jim Fall, 2003). Disney Radio la reportó como número uno en sus top teen y en segundo lugar una de la cantante April Lavigne. Pero la realidad era otra: La canción de Duff sólo se pasó una que otra vez en estaciones que no pertenecían a Disney y en todos los charts, ni siquiera aparecía. Las ventas de Hillary, con toda su campaña a favor, alcanzaron apenas las 124,000 copias, mientras Lavigne vendía hasta 2.5 millones. Algo debieron de haber aprendido.
                Pero sea cierto o no que muchos críticos reciben “incentivos” de parte de productoras y distribuidoras para apoyar sus productos, lo cierto es que muchos son muy honestos y han labrado su carrera gracias a eso. Pero es evidente que existe una tremenda distancia entre ellos y el público en general. Un profesional de la crítica y el análisis cinematográfico debe ser un guía, alguien que ubique al público y por lo tanto, requiere muchos conocimientos que no tiene el cinéfilo común y corriente. Debe saber de historia del cine, de géneros, de técnicas de producción y dirección, de fotografía, actuación y por supuesto, de guionismo y estructuras dramáticas. Es decir, debe saber cómo se hace una cinta. Además, debe conocer técnicas de investigación, tipos de géneros literarios, de corrección de estilo y redacción, además de tener buen gusto y control de impulsos, aunque esto último es muy difícil. Siempre debe ser ecuánime, no puede dejarse llevar por sus gustos, debe buscar la neutralidad, y sobre todo, debe ser honesto. Mientras que el cinéfilo se deja llevar por sus emociones y lo que le hacen sentir las películas.

                En estos días se puede dividir a los cinéfilos en tres grandes grupos: El que ama el cine por el hecho de serlo, que es capaz de entrar a ver lo que sea porque disfruta estar en la sala oscura viendo (o viviendo) una vida diferente a la suya; el que tiene preferencia por ciertos tipos de cine o géneros, y el que ama los superhéroes. Estos últimos son los que, por desgracia, pueden salvar o matar el cine. Han vuelto casi una religión el ver cintas basadas en cómics, al grado que esperan ansiosamente la función nocturna para ver antes que nadie las aventuras de héroes que muchas veces ni siquiera conocen, pero que son de Marvel o DC. Ellos son los que por fortuna o desgracia, están manteniendo viva la exhibición cinematográfica y también los que están matando a los demás géneros. El “divorcio” entre la crítica y los espectadores se ha incrementado muchísimo y si alguna utilidad tiene Rotten Tomatoes es la de mostrar esta situación. El incendio que comenzó el sitio con los resultados de Batman V Superman les ha generado estar en el ojo público y ha evidenciado algo que la naturaleza conoce muy bien: Un tomate podrido, en una caja de tomates frescos, empieza una descomposición masiva. Y en pocos días, tendrás una caja de tomates verdes podridos. 

domingo, 22 de mayo de 2016

Programa doble: X-Men; el apocalipsis de los héroes.





Empecemos nuestro programa doble de esta semana con dos cintas de superhéroes que significan el principio y el fin de una franquicia:

X-Men: La película (X-Men)

E.U., 2000.

Dirección: Bryan Singer.

Guion: David Hayter, basado en los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby.

Fotografía: Newton Thomas Sigel.

Intérpretes: Patrick Stewart, Hugh Jackman, Ian McKellen, Halle Berry, entre otros.

Duración: 104 minutos.

Cuando uno ve a la distancia, fue un largo camino para los personajes creados por Stan Lee y Jack “el rey” Kirby para llegar a la pantalla grande. El peregrinaje empezó a principios de los años ochenta, cuando Stan Lee, entonces director de Marvel Comics, vendió los derechos cinematográficos a casi cualquiera que tuviera la iniciativa de pedirlos. No fue por mala praxis, sino que, debido a la caída de las ventas de la editorial, esta se encontraba al borde de la banca rota. Unos años después, ya entrados los noventa y después del boom que se vivió tras “La muerte de Superman”, la empresa intentó recuperar lo vendido para ofrecerlo a los grandes estudios, ansiosos por comerse un pedazo del pastel que Tim Burton cocinó con su Batman (Íbid, 1989) y la llamada “batimanía”.

                Los X-Men estaban en el top de la lista, junto a Spiderman y Los cuatro Fantásticos, debido a que sus series animadas estaban obteniendo un éxito inusitado. Después de un largo litigio contra James Cameron, quien proyectaba una cinta de estos personajes, junto a su entonces esposa, Kathryn Bigelow, 20 Century Fox comenzó a producir lo que sería la primera cinta de presupuesto excesivo de un superhéroe de Marvel (Blade, de Stephen Norrington, fue filmada en el 1998 y fue un éxito, pero costó la mitad que la primera de las cintas de mutantes). Para tal encomienda, se contrató a Bryan Singer, quien tendría el honor de ser el primer realizador de prestigio internacional en filmar una película de superhéroes, debido a que contaba con sendas nominaciones al Oscar y una cinta aplaudida tanto por crítica y público, llamada Sospechosos comunes (The Usual Suspects, 1995). Después de años de producción, se estrenó X-Men: La película.

                Cuando el Senador Robert Kelly intenta que se apruebe una ley de registro de mutantes, los cuales están surgiendo a pasos acelerados, por todo el mundo, un psíquico, llamado Charles Xavier, intenta reunir un equipo para detener a Magneto, otro como él que lucha por demostrarle al mundo que a los “mutis” hay que temerles.

                La cinta tuvo un éxito impresionante, así que el estudio encargó una segunda parte casi automáticamente, y sin querer queriendo, como diría Chespirito. Han pasado casi veinte años desde su estreno y una rápida revisión a ella, me hicieron verla desde una perspectiva diferente, y más a la luz del estreno de su sexta secuela. Lo primero que noté es que los trajes y el diseño de personajes es muy feo, Mystique, la que hoy es el personaje pilar de la franquicia, se ve espantosa pero cachonda, nada que ver con la terrorífica transformista de las historietas (con todo y su eterno vestido blanco, que no se quita ni para bañarse) y algunos efectos, como las garras de Wolverine empiezan a verse falsos. Pero fuera de eso, es interesante ver cómo solucionó el guionista David Hayter, treinta años de historietas. Obviamente, la gente quería ver el equipo de la serie de tv, con Wolverine, Roge, Beast, Storm y Cyclops; los únicos que faltaron fueron Gambit y Jubile, lo que generó ciertas críticas que hubieran sido divertidas ver en facebook el día de hoy.

                Bryan Singer logró realizar la proeza de volver un espectáculo en algo serio, que se llevó el aplauso de crítica y público por igual. Por un lado, los críticos encontraron una cinta redonda, con personajes muy bien casteados, actuaciones muy niveladas y una excelente producción. Aún hoy sigue impresionando el ataque a la estatua de la libertad, en Nueva York, como una proeza difícil de igualar con los hiperrealistas efectos actuales. También encontró la manera de volverlo un filme de autor, al hablar, sin tapujos, de la discriminación racial y de género. Los X-Men de Singer son negros, judíos, inmigrantes, gente deforme, con poderes y habilidades superiores a la gente “común”, los que no sólo les temen sino que los odian. El director es homosexual declarado, y ha comentado en muchas ocasiones que lo que le llamó la atención de los personajes era el que él mismo, a veces, se sintió rezagado por su condición cultural (es gay y judío, sólo le falta ser negro y latino para completar el cuadro). A esta le siguió X-Men 2 (X2: X-Men United, 2002), continuando las exploraciones sociales, pero en menor escala, ya que, aunque en sí el film es más espectacular, se tomaron más en cuenta cosas que en la primera entrega no, en parte porque las carreras de sus actores, principalmente, Hugh Jackman, se dispararon a estatus de estrellas.

                Con todo, X-Men vale la pena por varias cosas, pero lo hace, principalmente, por ser la muestra de que el cine de autor y los blockbusters pueden convivir y es, sin exagerar, la obra maestra del cine de superhéroes, y ahora verán por qué lo digo:





X-Men: Apocalipsis (X-Men: Apocalypse)

E.U., 2016.

Dirección: Bryan Singer.

Guion: Simon Kinberg, Dan Harris, Michael Dougherty y Bryan Singer, basado en los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby.

Fotografía: Newton Thomas Sigel.

Intérpretes: James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Oscar Isaac, entre otros.

Duración: 144 minutos.

Tras abandonar la franquicia por dos películas para realizar la muy fallida Supermán regresa (Superman Returns, 2006), Singer vuelve con la cola entre las patas después de que su decisión casi mata la franquicia mutante, la de Superman y su carrera. X-Men: Días del futuro pasado (X-Men: Days of Future Past, 2014) fue su regreso triunfal y con ella, el cineasta intentó “borrar” los desastres que significaron X-Men: La batalla final (X-Men: The Last Stand, Brett Ratner, 2005) y las producciones basadas en Wolverine, pero de paso se llevó muchas cosas que se reflejan en “la última parte de la segunda trilogía de los hombres X”.

                La historia comienza en el antiguo Egipto, cuando un mutante, cuyo poder es el de absorber las habilidades de otros como él, intenta transferirse de cuerpo para seguir tiranizando al pueblo como un Dios. Es traicionado por el populacho y enterrado. Siglos después es despertado y al descubrir que el mundo está corrompido de violencia y falsos dioses, decide reconstruirlo con ayuda de unos mutantes que recluta. Al mismo tiempo, Mystique intenta reunir a los X-Men para ayudar a Magneto, quien es perseguido por la justicia y engañado por Apocalypse para que sea uno de sus “jinetes”.

                La cinta arranca como cualquiera de la trilogía de La momia, y no llama demasiado la atención. No es hasta casi la mitad que comienza a interesar, la aparición de Jean Gray y Quicksilver son espectaculares, el nuevo reparto muy carismático, y Oscar Isaac realiza un trabajo más que correcto como Apocalypse, a pesar de un horrible maquillaje, que lo hace parecer, por momentos, villano de los Power Rangers. Jennifer Lawrence, correcta y preciosa como siempre, se transforma aquí en una especie de Kattnis Everdeen mutante y, como comentaba un amigo en los foros, lo único que le faltó fue hacer la señal del Sinsajo. Y Singer sigue constante en su mal gusto en vestuarios y diseños de personajes, por cierto. De polémica resulta la presencia de Wolverine, que por momentos se ve salvaje y violento, y en ocasiones parece el Hulk de Lou Ferrigno, con disfraz del lobo de las cintas de La caperucita roja (Roberto Rodríguez, 1960).

                El trabajo es muy divertido, mantiene el ritmo y es un muy digno cierre para la segunda trilogía y para la colaboración de Singer en los productos de la franquicia (aunque esto es solamente un rumor hasta el día de hoy). Pero hasta ahí.

                Para empezar, la cinta parece un refrito de la primera, de X-Men, sólo que ahora Magneto es sustituido por Apocalypse (a quien, por cierto, nunca lo llaman así en la cinta) y Xavier por Katniss, perdón, Mystique; y en lugar de Wolverine y Roge, se cuelan por ahí Jean Gray y Cyclops. Pero lo que no se repite es la crítica social.

                Cuando analizamos los logros de la primera cinta, y se compara con las que se han estrenado este año, dentro del mismo género, la distancia es eterna. Ni Batman V Superman: El amanecer de la justicia (mi texto aquí), ni Deadpool (también acá), ni Capitán América: Civil War (por acá), logran igualar siquiera mínimamente lo logrado en esta. Y por desgracia, tampoco lo hace X-Men: Apocalipsis. Después de X-Men, solamente y en menor medida, Spider-Man (Íbid, Sam Raimi, 2002), Hulk (Íbid, Ang Lee, 2003) y la pentalogía de Batman de Burton y Nolan, logran acercarse a esto del cine de autor. Si se piensa en que cuando se realizaron las anteriores, aunque ya estaban las pelis de superhéroes en cartelera, había más libertad creativa porque no era necesario tener a un actor híper famoso en el reparto, ni tener que llevar una “continuidad” en el “universo fílmico” al que pertenecen. En ese entonces, apenas diez años atrás, no estaban los medios y el público escrutando cada paso que se daba. X-Men: Apocalipsis, queda como una muestra de lo que pudo ser y no es, de la decadencia que empieza a sufrir el subgénero y el cine comercial en general. Es espectacular, cierto, pero hueca y sin sustento. Está muy bien realizada, pero todo parece estar visto previamente. En cierta secuencia, los mutantes van saliendo del cine, después de ver El regreso del Jedi y comentan que la segunda parte es mejor, porque se atreve a lo dramático, y que la tercera es la peor. Otro comenta que la primera es la más importante, porque sin ella no existirían las demás. Comentario que buscaba decir que la tercera de las cintas originales apesta o que, de forma premonitoria, el autor sabía que esta no estaría al nivel de las otras. En resumen: Al verla te sientes como si te comieras un Kinder Sorpresa: Sabe rico, pero en medio hay una cápsula de plástico, sin nada importante dentro.

Bryan descubre que le está quedando grande la franquicia.


Comenten, amigitos, lo único que puede pasar es que les duelan un poco las yemas.