sábado, 21 de mayo de 2016

¿Qué culpa tiene el niño?, metiéndole gol al Atlético San Pancho.



¿Qué Culpa Tiene el Niño?


México, 2014.

Dirección: Gustavo Loza.

Guion:Gustavo Loza.

Fotografía: Carlos Hidalgo.

Intérpretes: Karla Souza, Ricardo Abarca, Biassini Segura, entre otros.

Duración: 145 minutos.



Cuando Gustavo Loza filmó Atlético San Pancho (2001), se vislumbraba a un director que podía ser un rescatista del cine costumbrista mexicano. Descontando el descalabro que significó Paradas continuas (2009), fallido intento de homenaje a las sexy comedias de los años ochenta, parecía que su carrera podía saltar sin problema de las películas comerciales de calidad a los buenos programas de tv. Incluso su guarra y desenfadada primera temporada de Los héroes del norte, dejaba ver un tipo con la suficiente sensibilidad para abordar la comedia y el drama. Pero parece que La otra familia (2011), fue un filón de oro. Qué culpa tiene el niño es una comedia “romántica” de la variante boy met girl o sea, que sigue al pié de la letra la fórmula: Chica conoce a chico, por equis pretexto se ven destinados a convivir, se odian pero se atraen y terminan enamorados. En primera instancia, Loza prometía hacer una especie de actualización de El inocente (Rogelio A. González, 1955), pero ni la Souza es Silvia Pinal, ni Ricardo Abarca es Pedro Infante, y por desgracia, Gustavo Loza no es Rogelio González. La cinta es una especie de versión tropical de Ligeramente embarazada (Knocked Up, Judd Apatow, 2007). El resultado es bastante mediocre. Uno puede ver que Karla es una excelente actriz, igual que Abarca, y ni se diga de Jesús Ochoa, pero no existe un balance. Souza está en un registro, Ochoa en otro, y todo el elenco igual. Y ni hablar de Mara Escalante, una comediante que lo único que sabe hacer es repetir los personajes de sus rutinas cómicas. Loza parece haber perdido la brújula y conduce a los personajes a ciertas situaciones que dan pena ajena. El argumento está plagado de situaciones absurdas que no se justifican, parlamentos y chistes fáciles, a veces muy vulgares, poco creativos, llenos de clichés, como el amigo hocicón, que cree que todo lo sabe sobre las mujeres y se ve a todas luces virgen, el político corrupto que casa a su hija a fuerza porque está cerca un proceso electoral, el inútil, bueno para nada que no tiene oficio ni beneficio y que gracias al amor, se redime, se vuelve productivo y en el caso de la cinta de Loza, hasta acepta ser padre de un niño que no es suyo.

                Verla me resultó una tortura, y eso que decidí dejar mi cerebro en automático. Es increíble lo mediocre que está resultando ser el cine mexicano contemporáneo. ¿Realmente vale la pena entrar al cine, pagar más de $50.00 por persona, más lo del “combo cuates” para apoyar este tipo de materiales? En estos días se han estrenado cintas que son para sacarse los ojos antes de entrar al cine, como Guatdefoc (Fernando Lebrija, 2014), que muestran el estado actual de la cinematografía mexicana. Si bien hay buenas producciones, por desgracia, el grueso de los estrenos y de las cintas que prefiere la gente son cosas como esta.

                Técnicamente han mejorado mucho las pelis mexicas, pero se han vuelto frías, repetitivas, poco inspiradas y complacientes. Se trata de copiar las fórmulas de Hollywood. Y tanto profesionalismo hay que de pronto se realizan los filmes como chorizos de fábrica, como refrescos “Big Cola”, es decir, la versión azteca de la “Coca Cola”. Algún crítico aseguraba que Karla Souza estaba destinada a ser la nueva Martha Higareda. Por fortuna para ella, está teniendo una exitosa carrera en Hollywood, no le desearía ese destino ni al peor de mis enemigos.

                En resumen, una de esas cintas que seguramente van a pasar censuradas en el “canal de las estrellas” o en el Golden como si fuera “una joya de la cinematografía”, porque tuvo un éxito “sorpresivo”. El problema no son la falta de apoyo, ni la indiferencia del público, o la falta de talento y visión de los directores; el verdadero problema es que no se aprovechan los pocos recursos con los que se cuenta, se le da preferencia a la complacencia, la risa fácil y la mediocridad, sobre la creatividad y la inovación. Lo más triste: Todavía hay quien dice que hay que apoyar el cine mexicano.