Me estás
matando Susana
México,
2016.
Dirección:
Roberto Sneider.
Fotografía:
Robert Yeoman.
Intérpretes:
Gael García Bernal, Verónica Echegui, Ashley Hinshaw, entre otros.
Duración:
116 minutos.
Las comedias románticas no son la
especialidad del cine mexicano. Siendo honestos, casi todas son una basura
(principalmente cuando en el reparto está Martha Higareda). Pero de alguna
manera se han ganado el favor de cierto público que, cansado de ver historias
de amor inverosímiles en las telenovelas, van a ver historias de amor
inverosímiles (pero más compactas y “chistosas”) al cine. ¿Qué culpa tiene el niño? (Gustavo Loza, 2016, mi crítica por acá), No
eres tú, soy yo (Alejandro Springall, 2010), Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (Manolo Caro, 2015), No sé si cortarme las venas o dejármelas
largas (También de Manolo Caro, 2013), Cásese
quien pueda (Marco Polo Constandse, 2014), entre otra larga fila de
cochinadas, se han perfilado como lo más taquillero de los últimos años, todas
ellas cintas olvidables y bastante complacientes. En este sentido, llama mucho la
atención el caso de Me estás matando
Susana.
Basada
en la novela Ciudades desiertas, de
José Agustín, cuenta la historia de un matrimonio (aunque enfocado en él) que
está en plena decadencia. Él es un actor de medio pelo, que trabaja en lo que
se pueda, mientras que ella es una escritora que empieza a despuntar. Él tiene
la costumbre de ponerle el cuerno con quien se deje y de irse de parranda con
los amigos, mientras ella está aburrida de esta situación. De pronto, sin
avisar, se va de la casa y él comienza una búsqueda por ella, que lo llevará
hasta un pueblucho de los Estados Unidos. Entre algunos gags bastante
disparejos (cuando lo pesca la migra es bastante predecible pero divertido o el
escape del taxista abusivo que es de los mejores de la cinta), se analizan muy
eficazmente las relaciones de pareja, en las cuales, el aburrimiento y la
monotonía son quizá lo que terminan por destruirlas (incluso más que los problemas
económicos). Roberto Snider regresa a los temas recurrentes de sus dos cintas
anteriores: El aburrimiento y lo anacrónico de la vida provinciana, las
dificultades de vivir en pareja, lo irracional de la pasión y el machismo
imperante en el mexicano. Además, todas ellas son historias basadas en sendas
novelas mexicanas: Dos crímenes
(1994, basada en Jorge Ibarguengoitia) y Arráncame
la vida (2008, basada en la creación de Ángeles Mastretta, que dicho sea de
paso, es importante no por buena sino porque tuvo ventas altísimas). Me estás matando… es quizá la
confirmación de que estamos ante uno de los mejores autores del cine mexicano.
Gael
García Bernal como Eligio (Eligio de la chingada, como él mismo se presenta),
crea una especie de “charolastra” decadente. Es seductor, abusa de su carisma, es
chovinista y un tanto idiota, pero eso sí, muy galán. Representa al típico galancete
de las películas nacionales, mientras que Verónica Echegui, como Susana, se
plantea como la típica chica inteligente, independiente, culta, creativa, pero
que quién sabe por qué termina casada con el más guey que conoce (pero eso sí,
muy guapo). Son un típico matrimonio de la Condesa.
La
cinta los sigue en la decadencia de su relación, en el punto álgido de su
descomposición y demuestra que, de alguna manera, a pesar de las diferencias
entre ellos, se necesitan de una manera desesperada. La escena inicial se
repite casi al final de la película pero en diferentes circunstancias, para demostrar
que las cosas en realidad no van a cambiar. El amor, a fin de cuentas, es un
círculo vicioso, como, precisamente, la calle de Amsterdam, en la Condesa,
misma que camines por donde camines, te lleva siempre al mismo lugar, y a la
que puedes acceder por prácticamente cualquier calle. Las ciudades desiertas de
José Agustín, son esas oscuras avenidas que rodean a las parejas, en las que no
habita nadie más que ellos. Y por lo mismo, aunque estén acompañados, siempre
van a estar solos.
La
provincia como un lugar aburrido y conservador, en el que no pasa ni el tiempo,
en el que cada pequeña diferencia se vuelve una noticia, es retratado con
ironía y descaro por Snider, aunque en esta ocasión, el Muérdago (ficticio
nombre que le daba Ibargüengoitia a Guanajuato) de Dos crímenes y la Puebla de Arráncame
la vida, es sustituida por Middlebrook, un pueblucho norteamericano, lleno
de gente monótona y aburrida.
El
filme tiene un engañoso final feliz, lo cual, más que una desventaja, es un
acierto. De esta manera se puede llenar las expectativas de los que sólo vayan
a verlo por Gael García, para los que van a ver todo lo que se estrene porque “hay
que apoyar al cine mexicano” y por otro lado, los que gustan simplemente del
cine, saldrán satisfechos porque hay mucho más en ese desenlace que lo que
dicen las palabras, porque siempre, los cuentos de princesas, terminan donde
empiezan las historias de amor en la vida real.
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