Sony Pictures |
En primera plana (Spotlight)
E.U., 2015
Dirección: Thomas McCarthy.
Guion: Josh Singer y Thomas
McCarthy.
Fotografía: Masanobu Takayanagi.
Protagonistas: Mark Ruffalo,
Michael Keaton, Rachel McAdams, Brian d'Arcy James, Liev Schreiber, entre
otros.
Duración: 128 minutos.
Mucho se ha filmado sobre el
trabajo del reportero. Los medios noticiosos, sean impresos, televisivos o
radiofónicos, siempre han llamado la atención, al grado que el periodista es, a
pesar de López Dóriga y sus amigos, todavía una de las profesiones más
respetadas. Y es en el cine en donde más y más certeramente, se ha analizado su
labor. Cintas como Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941, Orson Welles), Poder que mata (Network, 1976, Sidney Lumet), El
año que vivimos en peligro (The Year
of Living Dangerously, 1982, Peter Weir), por mencionar sólo una muy mínima
parte, se ha dado a la labor de no sólo reflejar, sino analizar, e incluso
criticar, el oficio periodístico. Y En primera
plana es una de ellas.
Pongámonos
un poco históricos: Ya desde los años noventa, muchos medios alrededor del
mundo empezaron a reportar casos de pederastas en la iglesia católica, entre
ellos, el muy sonado de Marcial Maciel, líder de la asociación católica
autodenominada “Legionarios de Cristo”, en México. En este caso, los medios
Canal 40 (antes de ser absorbido por TV Azteca) y principalmente, La Jornada,
al dar a conocer que al “legionario” le gustaba retozar con chamaquitos (iba a
hacer un chiste sobre la espada del legionario y los chicuelos, pero me pareció
de mal gusto), casi quiebran al perder sus anunciantes principales, todos ellos
cercanos a “Los legionarios” y, al ser presionados, aparentemente, por gente
del gobierno, dejaron de dar seguimiento al caso. Años después, ante una
inminente ola de casos similares reportados en todo el mundo, este y miles más,
fueron expuestos, al grado que hoy en día, la Sacrosanta Iglesia Católica,
Apostólica, Romana y Re-mamona, no acaba de sanar la herida. Y es precisamente
que lo expuesto en En primera plana,
quizá sea la cresta de la ola.
La
película narra la indagación realizada en el año 2001 por la revista Spotlight, una de las publicaciones más
prestigiadas de investigación periodística de los E.U. (algo así como el Proceso o lo que quiso ser Vértigo), gracias al tino del recién
desempacado nuevo editor del Boston Globe,
diario al que pertenece dicha revista, sobre un caso de violación a un niño por
parte de un sacerdote. El seguimiento llega a echar luz sobre muchos más casos
y sobre todo, a la pobre difusión que se hace a este tipo de eventos en los
medios y lo poco que le importa a la sociedad católica. Se averigua, entre
otras cosas, que sólo en Boston, 6% del total de los sacerdotes tienen este “problema”,
una cifra alarmante si se piensa que sólo en esta ciudad existían hasta el
tiempo en que se desarrolla la historia, 1,500 clérigos.
Ahora
bien. El filme no es de esos que usan como pretexto la investigación para generar
paranoia, o para que el espectador reflexione sobre el caso que se analiza. Eso
es reflejado, muy acertadamente, con mucha distancia, evitando no simpatizar
con los casos, lo cual sería fatal, porque se caería en la lástima y lo granguiñolesco.
Es una película fría. No sólo por la ciudad y el tiempo en que se desarrolla,
sino porque es necesario. El director toma su tiempo, sus actores generan
actuaciones casi microscópicas, sin grandes aspavientos, conteniéndose o evitando
ser lastimeros. Se sienten frágiles, temerosos, como si todo el tiempo se
preguntaran: “¿En qué me metí?”, como si estuvieran caminando en hielo quebradizo
(quizá por eso los ambientes casi blancos de toda la cinta). Un par de días
antes vi La gran apuesta (The Big Short, 2015, de Adam McKay), peli
con la que En primera... compite por
el Oscar. Nada más lejano, a pesar de que, temáticamente, las dos son muy
americanas. En este caso, la cinta es más cercana al cine de periodistas de los
setentas, como Todos los hombres del
presidente (All the President’s Men,
1976, de Alan J. Pakula) o El síndrome de
China (The China Syndrome, 1979,
de James Bridges), que eran cinas muy analíticas, casi como documentales, que a
otras más recientes, como El informante
(The Insider, 1999, de Michael Mann).
Aquí importa más cómo se realiza el reportaje, la búsqueda de información. Y
ese es el principal valor de En primera
plana.
Hay
una pequeña subtrama en la cinta, acerca de por qué nunca se había investigado
algo así antes de la llegada del nuevo editor del Boston Globe, pero es parte de la trampa de la cinta. Cualquier
otro guionista o director podrían caer en el anzuelo y darle más importancia al
asunto, incluso volverlo la cinta misma. Sin embargo, Thomas McCarthy, decide
dejarlo casi de lado, generando cierto aire de paranoia en el espectador
actual, acostumbrado a las teorías de la conspiración y al sentimentalismo barato.
Y parece que es lo que busca. La revelación es tan fría y sorpresiva, que uno
no puede más que hundirse en la butaca.
Sin
duda, En primera plana no va a ganar el
Oscar a mejor película (No tiene osos, ni travestis). Pero sin duda, eso no le
quita el ser una de las mejores del año.