Una bonita tradición de cines
como el Tlacopan eran los “programas dobles con permanencia voluntaria”, lo
cual significaba que pasaban dos películas en la misma sala, el mismo día,
durante toda la semana y podías ver las dos por el mismo boleto, además que
podías entrar a la hora que quisieras. Las cintas estaban reunidas por
temáticas o géneros (Santo contra los
vampiros y El hijo del Huracán
Ramírez, por ejemplo, o sea, dos de luchadores), por el actor (Fiebre del sábado y Vaselina, las dos con Travolta) o porque pertenecían a la misma
distribuidora y no había de otra. A partir de hoy vamos a seguir esta bonita
tradición, proponiendo “programas dobles”, es decir, hablar de dos cintas de
temáticas parecidas. Además, al final les presentaré una nueva sección con
breviarios culturales cinematográficos.
Durante la
entrega de los premios de la Academia (Oscar, para los cuates) de 1999 se
entregó un premio honorario por trayectoria al extraordinario Elia Kazan,
creador de cintas tan importantes como
¡Viva Zapata! (Idem, 1952), Nido de ratas (On The Waterfront, 1954), Al
este del paraíso (East Of Eden,
1955) y Esplendor en la hierba (Splendor In The Grass, 1961), entre
otras, así como uno de los mejores y revolucionarios maestros de actuación. Al
momento de anunciar su reconocimiento, muchos de los asistentes se dieron la
vuelta y algunos simplemente se cruzaron de brazos. Otros fueron ecuánimes y
respetaron al anciano maestro. La razón de este desaguisado: El director
declaró ante el Comité de Actividades Antiamericanas, en los años cincuentas y
dio los nombres de varios personajes del medio cinematográfico que
pertenecieron, fueron parte, estuvieron presente en alguna junta o simplemente
conocieron a alguien en el Partido Comunista. En este periodo oscuro de la
historia norteamericana, conocido como la “guerra fría” se dio un fenómeno que
hasta la fecha hace morir de pena a los gringos, nombrado por referencia a una
obra de teatro de Arthur Miller llamada Las
brujas de Salem (la cual era una crítica a esta situación) como la “cacería
de brujas”.
A
este tiempo pertenecen anecdóticamente las dos cintas que forman el programa de
esta semana.
Cineplex.com |
Culpable
bajo sospecha/Cacería de brujas (Guilty by Suspicion)
E.U, 1992
Dirección
y Guion: Irwin Winkler.
Fotografía:
Michael Ballhaus.
Intérpretes:
Robert De Niro, Annette Bening, Patricia Wettig, entre otros.
Duración:
105 minutos.
La historia es
muy sencilla: un director de cine regresa a Hollywood tras un tiempo de estancia
en Francia para dirigir una cinta que todos en la industria quieren hacer. El
problema es que para poder realizarla debe declarar ante el “Comité de
Actividades Antiamericanas”, es decir, es citado para delatar a sus colegas
considerados “comunistas”. Por negarse a hacerlo es expulsado de los estudios y
nadie se atreve a darle trabajo por presiones del gobierno. La cinta va
exponiendo la degradación a la que se expusieron a los artistas de llamado Séptimo arte en este momento, tomando
matices diversos: El que delata a sus compañeros, el que no quiere hacerlo
porque le parece inmoral, el que siente que no le va a pasar nada o el que huye
al exilio antes de que lo involucren, entre otros. Robert de Niro, como siempre
en esta época (los ochentas y noventas), correcto y a veces inspirado, y
Annette Bening como su ex esposa, amiga fiel que lo apoya hasta el final, son
apenas las aristas de este triste y desesperado retrato de un suceso que de tan
vergonzoso, pocas veces se ha hablado de él en las grandes producciones de
Hoollywood, de hecho, este filme fue de poco presupuesto, lo cual se llega a
sentir, principalmente, en el hecho de que la ambientación, si bien es
correcta, no llega a sorprender como será en otras cintas que hablan de los
años cuarenta o cincuenta. El director y guionista, Irwin Winkler (De-Lovely, E.U., 2004) es muy cuidadoso
al mostrar los hechos, tan calculados que el final no deja de conmover e
indignarse, al grado que casi gana la Palma de Oro en Canes en 1992.
nofilmschool.com |
Trumbo (Idem)
E.U, 2015
Dirección:
Jay Roach.
Guion:
John McNamara, basado en la historia escrita por Bruce Cook .
Fotografía:
Bruce Cook.
Intérpretes:
Bryan Cranston, Helen Mirren, Diane Lane, entre otros.
Duración:
105 minutos.
La historia de
Donald Trumbo es muy conocida para cualquiera que le guste el cine: Uno de los
mejores guionistas de la historia que fue condenado a prisión por considerarlo
“en desacato” al negarse a delatar a sus compañeros del Partido Comunista ante
el “Comité”. Formó parte de la famosa “lista negra”, una relación enorme de
nombres que tenían prohibido contratar en los estudios de Hollywood por
considerarse antiamericanos. La cinta narra su vida a partir del momento en que
comienza la “cacería de brujas”, hasta que obtiene el Óscar por su guión para El niño y el toro (The Brave One, E.U., Irving Rapper, 1956) y un par de sorpresas más
que no les comento para no quemar el final, pero quien haya seguido su
trayectoria, sabe qué hizo. Aquí se expone, igual que en el documental homónimo
de Peter Askin (E.U., 2007), la lucha de este hombre para sacar adelante a
todos los involucrados en “los diez de Hollywood”, excelentes guionistas,
directores y productores, que fueron encarcelados con Trumbo y que tuvieron que
trabajar bajo fachadas o prestanombres, en estos duros años.
En
cuanto a la factura de la cinta, el director Jay Roach logra un terminado
visual impresionante, en momentos parece que el fotógrafo, Bruce Cook, filmó en
Tecnicolor, incluso, las secuencias en blanco y negro, tienen esa textura
especial de las cintas de entonces. El único momento que da pena en este
sentido es cuando muestra las secuencias de Spartacus,
las cuales se ven casi tan ridículas como las de La vuelta al mundo en ochenta días en Cantinflas (México, 2014, Sebastián del Amo). Toda la cinta está
sostenida en un excelente reparto, principalmente Bryan Cranston, quien logra
meterse en la piel de Trumbo de una manera espectacular. El problema es que a media
cinta se pierde el camino y el director no logra que nos conectemos del todo
con el personaje y su problemática familiar, es decir, esto pasa a segundo
plano y se dedica a mostrar los hechos tal y como pasaron, sin ir más allá.
Otra cosa es que así como algunos actores mutan en los personajes que
representan (David James Elliott como John Wayne, aunque físicamente no se
parece demasiado, Dean O'Gorman como Kirk Duglas) algunos parecen más
caricaturas. El caso específico es Helen Mirren como Hedda Hopper, una importante ex actriz y columnista de Hollywood que
durante los años cincuenta y sesenta destruyó más carreras que Patty Chapoy, su
émulo mexicano. Ella es la villana de la película, es ridiculizada, caricaturizada
y transformada en la más nefasta criatura que haya existido jamás. Si bien no
era ninguna perita en dulce, esto tiene que ver más con el hecho de que el film
es muy esquemático; los que están a favor de los “diez de Hollywood” son los
buenos, los demás, los malos. Quizá esto se debe a la trayectoria de Jay Roach,
quien entre sus mejores trabajos tiene la trilogía de Austin Powers y Como si fuera
la primera vez (50 First Dates,
E.U., 2004), comedias que no van más allá de lo correcto y chistoso. Esa falta
de pericia en el drama se siente en el guión, escrito por él mismo, y que no
termina de cuajar. Lo que se le agradece es que no hay escenas que busquen el
“momento Kodak”, esa situación que hace que se te escapen las lágrimas. Pero
aún así, no deja de ser fallida.
Ahora bien, tanto Culpable por sospecha como Trumbo, se unen a esa lista de cintas
que tratan de reflexionar sobre este sórdido capítulo de la historia
norteamericana, que costó la vida, literalmente, de muchas personas, por
ejemplo, el famoso caso de Ethel y Julius Rosenberg, un matrimonio judío que
fueron acusados de pasar información a los rusos, misma que permitió que
desarrollaran una bomba atómica. Nunca se les pudo comprobar nada, pero fueron
sentenciados a muerte en 1953. El caso es tomado en ambas cintas para
ejemplificar lo que ocurre en su mundo. Ambas también llegan a las mismas
conclusiones, incluso, en ocasiones parece que Culpable… sirvió hasta cierto punto de referencia para Trumbo. Dos cintas que toman la misma
situación, que junto a El majestic (The Majestic, E.U., Australia, 2001, Frank
Darabont) o El prestanombres (The Front, E.U., 1976, Martin Ritt)
pueden servir para generar un arco y entender este fenómeno.
En
los cines hasta los años noventa, y en algunos casos todavía entrados los dos mil,
en las dulcerías se podía encontrar un dulce que parecía atractivo nada más para
los más viejitos. Se llama “gaznate”, es un
cucurucho de trigo, como el que se usa para los buñuelos, relleno de merengue.
Si bien no es un dulce creado en México (en España se consume bastante y en diferentes
sabores) se dice que es un dulce típico, porque está reelaborado con productos
mexicanos (el sabor de merengue es especial porque lleva pulque. Cuando ibas al
cine, en los cuarentas y hasta parte de los noventa, era tradición comprar
muéganos, garapiñados, pistaches y otras golosinas tradicionales, así como
refrescos, sándwiches y claro, las palomitas. Había mucha variedad: los Pon Pons, las Lunetas, los pastilleros PEZ,
entre otras cosas. Los gaznates eran los más ricos y casi todo los comían; por
lo mismo, no faltaba el gracioso que al pasar por la dulcería te decía: “¿Quieres
ver gaznates?”o “Va a haber gaznates”.