E.U, 2015
Dirección:
Pete Docter y Ronnie del Carmen.
Guion:
Pete Docter, Meg LeFauve y Josh Cooley.
Fotografía:
Nathan Warner.
Intérpretes
de voces: Amy Poehler, Phyllis Smith, Richard Kind, entre otros.
Duración:
94 minutos.
Mucho se ha hablado de esta
cinta, y más ahora que injustamente ganó el Oscar a mejor largometraje animado.
Aclaro desde ahora: No es una mala cinta, por el contrario, tiene muchos aciertos,
pero son menos que los problemas con los que cuenta.
La
cinta cuenta la historia de Riley, una niña entrada en la pubertad, que es
mudada de casa debido a que su padre acaba de ser contratado en un nuevo
trabajo. A partir de ese momento comienza a cambiar su comportamiento, se
vuelve irascible, temerosa, rebelde, vamos, se vuelve una adolescente. La
novedad del caso es que desde que nace, tenemos la oportunidad de escuchar lo
que pasa en su cabeza por la narración de, ni más ni menos, que la emoción dominante
que tiene, la alegría. Es esta la verdadera protagonista de la cinta, la que
tiene el viaje iniciático para entender qué está pasando con la niña y también,
para darnos a saber cómo funcionan las emociones humanas. El mensaje al
terminar la cinta es que todas nuestras emociones funcionan amalgamadas y que
siempre hay una que es la que gobierna, puede ser Desagrado, Alegría, Tristeza,
Miedo o Enojo. Nada más. No hay medias tintas.
¿Parece
que estoy narrando un documental de Nat geo? ¿Es una peli educativa de esas de
la OMS que pasaban en las escuelas? Pues no. Es un largometraje de Pixar. Ese
es el problema de la cinta, que alarga innecesariamente algo que pudo condensarse
en minutos.
Cuando
anunciaron la cinta, me parecía algo sorprendente y me moría de ganas de verla.
Pero lo más curioso vino cuando la vi en compañía de mi sobrina, de la misma
edad que la niña del filme y nos quedamos mirando uno al otro con cara de “¿para
qué me trajiste a ver esto?”. El diseño de producción es muy ambiguo, en
ocasiones es hermoso pero en otros, deja bastante que desear. Empezando con los
personajes de las emociones, que son bastante feos, muy sencillos y poco
inspirados, casi toda la cinta está inundada de referencias a lo visual de Dumbo (1941, Ben Sharpsteen, Wilfred
Jackson, Norm Ferguson, Jack Kinney, Samuel Armstrong, Bill Roberts y John
Elliotte) y a algunas cintas precisamente de esas que servían para cuestiones
educativas. Vamos, bastante reto, de lo que tanto les gusta en la Condesa. Y
también es muy parecida a un corto previo de Pixar, llamado Día y noche (Day and Night, 2010, Teddy Newton).
Un
personaje en particular ha causado mucha polémica. Cuando comento que no me
gustó, muchos me la refrescan y otros me dan una palmada en la espalda: Bing
Bong, alguien que nunca termina de cuajar. Es un amigo imaginario, creado por
la niña Riley, que es mitad elefante, mitad bola de estambre, mitad no
mamesquéeseso. Su personalidad es la de una especie de Jar Jar Binks pero a lo
bestia y gordo. Para ser el producto de la imaginación de una niña, está
bastante gacho. Que yo recuerde, los amigos imaginarios son simpáticos, como
perritos, ratones, Jesucristo, una princesa. Pero este adefesio es de una
pobreza visual que raya en lo franciscano. Y además, es muy desagradable su voz
y su presencia. Cuando muere (la verdad, estamos a más de seis meses de su
estreno, así que si no la has visto, ¿en qué planeta vives?) en lugar de sentir
que te arrancan a ese amigo entrañable que tienes tanto tiempo de conocer (en
años cine son como veinte años, en la vida real, una hora y cachito), la sensación
es de una indiferencia que hasta hiela la sangre.
Como
película didáctica, siento que Intensamente es una joya. Es de esos filmes que
serán obligados de hoy en adelante en las clases de la maestra Marthita, o en
las escuelas de psicólogos, pedagogos, puericultistas y los cursos de
actualización docente. Pero como película, toma elementos tan diversos que no
funciona del todo. En ella se amalgaman los diversos estilos visuales de los
que hablaba más arriba, más un realismo extremo en las escenas fuera de la mente
de la niña, que a veces es mucho más bonito que lo que hay dentro. De cintas
como Todo lo que quería saber sobre el
sexo pero temía preguntar (Everything
You Always Wanted To Know About Sex But Were Afraid To Ask, 1972, Woody
Allen) imita la idea de el cuerpo humano como una máquina manejada por las
emociones, lo cual había sido explotado en una serie de televisión que la
verdad, nunca vi, pero que los autores de Intensa-Mente
sí, incluso la mencionan muchos críticos como su principal influencia: Herman's Head, la cual, aunque en la
página Doblaje Wikia menciona que se
dobló al español y se tituló Dentro de la
cabeza de Herman, no recuerdo haberla oído mencionar siquiera. En ella se
cuenta la historia de Herman (lógicamente) quien transmite el análisis de
eventos por medio de discusiones que ocurren dentro de su cabeza entre
personajes que representan sus emociones.
Dicen
que cuando se planeaba la cinta, fue precisamente el tiempo en que John
Lasseter recién se instalaba como Director Creativo de Disney, motivo por el
cual descuidó un tanto las producciones del estudio que él mismo cofundó. Y eso
se nota en las últimas cintas Pixar y en las del estudio del ratón, las cuales
hoy por hoy son superiores a las del estudio de la lamparita.
Para
acabar, Intensa-Mente no es un
fracaso, prueba de ellos es la base de fans con la que cuenta y el premio
obtenido ayer. Pero eso no lo hace la mejor cinta animada de la historia, como
muchos llegan a gritar a los cuatro vientos, y mucho menos la mejor de Pixar. Es
mecánica, fría, parece hecha con un manual y está llena de clichés (tristeza es
azul y feíta, se parece a Juanita, y alegría amarilla y bonita, como mi ex
Alejandra). Vamos, para recibir un mensaje y reírme un rato, prefiero un
capítulo de Los Simpson, antes de la
temporada 16, claro.