Empecemos nuestro programa doble
de esta semana con dos cintas de superhéroes que significan el principio y el
fin de una franquicia:
X-Men: La
película (X-Men)
E.U.,
2000.
Dirección:
Bryan Singer.
Guion:
David Hayter, basado en los personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby.
Fotografía:
Newton Thomas Sigel.
Intérpretes: Patrick Stewart, Hugh
Jackman, Ian McKellen, Halle Berry, entre otros.
Duración:
104 minutos.
Cuando uno ve a la distancia, fue
un largo camino para los personajes creados por Stan Lee y Jack “el rey” Kirby
para llegar a la pantalla grande. El peregrinaje empezó a principios de los
años ochenta, cuando Stan Lee, entonces director de Marvel Comics, vendió los
derechos cinematográficos a casi cualquiera que tuviera la iniciativa de
pedirlos. No fue por mala praxis, sino que, debido a la caída de las ventas de
la editorial, esta se encontraba al borde de la banca rota. Unos años después,
ya entrados los noventa y después del boom
que se vivió tras “La muerte de Superman”, la empresa intentó recuperar lo
vendido para ofrecerlo a los grandes estudios, ansiosos por comerse un pedazo
del pastel que Tim Burton cocinó con su Batman
(Íbid, 1989) y la llamada
“batimanía”.
Los
X-Men estaban en el top de la lista, junto a Spiderman y Los cuatro
Fantásticos, debido a que sus series animadas estaban obteniendo un éxito
inusitado. Después de un largo litigio contra James Cameron, quien proyectaba
una cinta de estos personajes, junto a su entonces esposa, Kathryn Bigelow, 20
Century Fox comenzó a producir lo que sería la primera cinta de presupuesto
excesivo de un superhéroe de Marvel (Blade,
de Stephen Norrington, fue filmada en el 1998 y fue un éxito, pero costó la
mitad que la primera de las cintas de mutantes). Para tal encomienda, se
contrató a Bryan Singer, quien tendría el honor de ser el primer realizador de
prestigio internacional en filmar una película de superhéroes, debido a que contaba
con sendas nominaciones al Oscar y una cinta aplaudida tanto por crítica y
público, llamada Sospechosos comunes
(The Usual Suspects, 1995).
Después de años de producción, se estrenó X-Men: La película.
Cuando el Senador
Robert Kelly intenta que se apruebe una ley de registro de mutantes, los cuales
están surgiendo a pasos acelerados, por todo el mundo, un psíquico, llamado
Charles Xavier, intenta reunir un equipo para detener a Magneto, otro como él
que lucha por demostrarle al mundo que a los “mutis” hay que temerles.
La cinta tuvo un
éxito impresionante, así que el estudio encargó una segunda parte casi
automáticamente, y sin querer queriendo, como diría Chespirito. Han pasado casi
veinte años desde su estreno y una rápida revisión a ella, me hicieron verla
desde una perspectiva diferente, y más a la luz del estreno de su sexta
secuela. Lo primero que noté es que los trajes y el diseño de personajes es muy
feo, Mystique, la que hoy es el personaje pilar de la franquicia, se ve
espantosa pero cachonda, nada que ver con la terrorífica transformista de las
historietas (con todo y su eterno vestido blanco, que no se quita ni para
bañarse) y algunos efectos, como las garras de Wolverine empiezan a verse falsos.
Pero fuera de eso, es interesante ver cómo solucionó el guionista David Hayter,
treinta años de historietas. Obviamente, la gente quería ver el equipo de la
serie de tv, con Wolverine, Roge, Beast, Storm y Cyclops; los únicos que
faltaron fueron Gambit y Jubile, lo que generó ciertas críticas que hubieran
sido divertidas ver en facebook el día de hoy.
Bryan Singer logró
realizar la proeza de volver un espectáculo en algo serio, que se llevó el
aplauso de crítica y público por igual. Por un lado, los críticos encontraron
una cinta redonda, con personajes muy bien casteados, actuaciones muy
niveladas y una excelente producción. Aún hoy sigue impresionando el ataque a
la estatua de la libertad, en Nueva York, como una proeza difícil de igualar
con los hiperrealistas efectos actuales. También encontró la manera de volverlo
un filme de autor, al hablar, sin tapujos, de la discriminación racial y de
género. Los X-Men de Singer son negros, judíos, inmigrantes, gente deforme, con
poderes y habilidades superiores a la gente “común”, los que no sólo les temen
sino que los odian. El director es homosexual declarado, y ha comentado en
muchas ocasiones que lo que le llamó la atención de los personajes era el que
él mismo, a veces, se sintió rezagado por su condición cultural (es gay y
judío, sólo le falta ser negro y latino para completar el cuadro). A esta le
siguió X-Men 2 (X2: X-Men United, 2002), continuando las
exploraciones sociales, pero en menor escala, ya que, aunque en sí el film es
más espectacular, se tomaron más en cuenta cosas que en la primera entrega no,
en parte porque las carreras de sus actores, principalmente, Hugh Jackman, se
dispararon a estatus de estrellas.
Con todo, X-Men
vale la pena por varias cosas, pero lo hace, principalmente, por ser la muestra
de que el cine de autor y los blockbusters pueden convivir y es, sin
exagerar, la obra maestra del cine de superhéroes, y ahora verán por qué lo
digo:
X-Men: Apocalipsis (X-Men:
Apocalypse)
E.U.,
2016.
Guion:
Simon Kinberg, Dan Harris, Michael Dougherty y Bryan Singer, basado en los
personajes creados por Stan Lee y Jack Kirby.
Fotografía:
Newton Thomas Sigel.
Intérpretes:
James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Oscar Isaac, entre otros.
Duración:
144 minutos.
Tras abandonar la franquicia por
dos películas para realizar la muy fallida Supermán
regresa (Superman Returns,
2006), Singer vuelve con la cola entre las patas después de que su decisión
casi mata la franquicia mutante, la de Superman y su carrera. X-Men: Días
del futuro pasado (X-Men: Days of Future Past, 2014) fue su regreso
triunfal y con ella, el cineasta intentó “borrar” los desastres que
significaron X-Men: La batalla final (X-Men: The Last Stand, Brett
Ratner, 2005) y las producciones basadas en Wolverine, pero de paso se llevó
muchas cosas que se reflejan en “la última parte de la segunda trilogía de los
hombres X”.
La historia
comienza en el antiguo Egipto, cuando un mutante, cuyo poder es el de absorber
las habilidades de otros como él, intenta transferirse de cuerpo para seguir
tiranizando al pueblo como un Dios. Es traicionado por el populacho y
enterrado. Siglos después es despertado y al descubrir que el mundo está
corrompido de violencia y falsos dioses, decide reconstruirlo con ayuda de unos
mutantes que recluta. Al mismo tiempo, Mystique intenta reunir a los X-Men para
ayudar a Magneto, quien es perseguido por la justicia y engañado por Apocalypse
para que sea uno de sus “jinetes”.
La cinta arranca
como cualquiera de la trilogía de La momia, y no llama demasiado la
atención. No es hasta casi la mitad que comienza a interesar, la aparición de Jean
Gray y Quicksilver son espectaculares, el nuevo reparto muy carismático, y
Oscar Isaac realiza un trabajo más que correcto como Apocalypse, a pesar de un
horrible maquillaje, que lo hace parecer, por momentos, villano de los Power
Rangers. Jennifer Lawrence, correcta y preciosa como siempre, se transforma
aquí en una especie de Kattnis Everdeen mutante y, como comentaba un amigo en
los foros, lo único que le faltó fue hacer la señal del Sinsajo. Y Singer sigue
constante en su mal gusto en vestuarios y diseños de personajes, por cierto. De
polémica resulta la presencia de Wolverine, que por momentos se ve salvaje y
violento, y en ocasiones parece el Hulk de Lou Ferrigno, con disfraz del lobo
de las cintas de La caperucita roja (Roberto Rodríguez, 1960).
El trabajo es muy
divertido, mantiene el ritmo y es un muy digno cierre para la segunda trilogía
y para la colaboración de Singer en los productos de la franquicia (aunque esto
es solamente un rumor hasta el día de hoy). Pero hasta ahí.
Para empezar, la
cinta parece un refrito de la primera, de X-Men, sólo que ahora Magneto
es sustituido por Apocalypse (a quien, por cierto, nunca lo llaman así en la
cinta) y Xavier por Katniss, perdón, Mystique; y en lugar de Wolverine y Roge,
se cuelan por ahí Jean Gray y Cyclops. Pero lo que no se repite es la crítica
social.
Cuando analizamos
los logros de la primera cinta, y se compara con las que se han estrenado este
año, dentro del mismo género, la distancia es eterna. Ni Batman V Superman:
El amanecer de la justicia (mi texto aquí), ni Deadpool (también acá), ni Capitán América: Civil War (por acá), logran igualar siquiera mínimamente lo logrado en esta. Y por
desgracia, tampoco lo hace X-Men: Apocalipsis. Después de X-Men,
solamente y en menor medida, Spider-Man (Íbid, Sam Raimi, 2002), Hulk
(Íbid, Ang Lee, 2003) y la pentalogía de Batman de Burton y Nolan, logran
acercarse a esto del cine de autor. Si se piensa en que cuando se realizaron
las anteriores, aunque ya estaban las pelis de superhéroes en cartelera, había
más libertad creativa porque no era necesario tener a un actor híper famoso en
el reparto, ni tener que llevar una “continuidad” en el “universo fílmico” al
que pertenecen. En ese entonces, apenas diez años atrás, no estaban los medios
y el público escrutando cada paso que se daba. X-Men: Apocalipsis, queda
como una muestra de lo que pudo ser y no es, de la decadencia que empieza a
sufrir el subgénero y el cine comercial en general. Es espectacular, cierto,
pero hueca y sin sustento. Está muy bien realizada, pero todo parece estar
visto previamente. En cierta secuencia, los mutantes van saliendo del cine,
después de ver El regreso del Jedi y comentan que la segunda parte es
mejor, porque se atreve a lo dramático, y que la tercera es la peor. Otro
comenta que la primera es la más importante, porque sin ella no existirían las
demás. Comentario que buscaba decir que la tercera de las cintas originales
apesta o que, de forma premonitoria, el autor sabía que esta no estaría al
nivel de las otras. En resumen: Al verla te sientes como si te comieras un Kinder
Sorpresa: Sabe rico, pero en medio hay una cápsula de plástico, sin nada importante
dentro.
Bryan descubre que le está quedando grande la franquicia.
Comenten, amigitos, lo único que puede pasar es que les duelan un poco las yemas.
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